Un lastre de más de 120 años

El Barcelona lleva tiempo lastrado por una parte de su historia reciente, una parte que es consecuencia directa de la inutilidad de Bartomeu. Pero los 120 años no hacen referencia a la edad del club; son la edad sumada de las cuatro perlas que simbolizan un lastre que frena más que el ancla de un barco. Esos cuatro jinetes del apocalipsis, o del geriátrico futbolístico, son los cuatro que tenemos en mente.

Gerard Piqué. El que mejor compite de los cuatro con mucha diferencia, seguramente también el mejor futbolista del ‘pack’. Pero también el más frágil físicamente y, por ende, hace pensar que quizá sea el que menos se cuida. Cuesta recordar partidos gordos en los que se hundiera, o en los que la nave naufragara por su parte, pero cada vez le cuesta más coger velocidad de crucero, es menos determinante por arriba, dado su físico decadente, y sufre más con espacios. Quizá tendría espacio en la plantilla como recurso, pero en un Barça medio decente sus minutos estarían contadísimos, si es que los tuviera.

Sergio Busquets. Otro que futbolísticamente podría aguantar, pero que el físico lo deja muy en evidencia y parece que compita contra críos 40 años más jóvenes que él. Sigue siendo casi el mismo con espacios reducidos y arropado (cada vez más), como demuestra a menudo con la selección, pero su concurso en un Barça que no es dominante es el mismo que el de un agujero negro, y provoca exactamente los mismos espacios para los rivales.

Sergi Roberto. De largo, el peor futbolista de los cuatro. Siempre lo fue y siempre lo será. Lo salvaba una polivalencia en parte procurada por un físico que era privilegiado. Pero ya no lo es. Un buen Sergi Roberto podría ser un decente elemento de plantilla para un Barcelona campeón. El Sergi Roberto actual no debería valer para el Barça actual. Si pierde físico no aporta en ningún sitio. Ni como suplente de Busquets, ni como interior (donde sólo nos funcionaba ante rivales largos y que no defendieran cerrado, por su físico y su poca calidad en comparación con los interiores que el Barcelona suele tener y necesita) ni como lateral, donde siempre fue un parche, eso sí, digno cuando estaba en plenitud física. Su renovación es incomprensible desde un punto de vista deportivo. Alemany se tira de los pelos.

Jordi Alba. La Capilla Sixtina del grupo. Mentalmente es una rémora. Un lateral que sistemáticamente está entre los mejores asistentes y que hace años que no te compensa tiene que hacer las tareas más básicas de un defensor realmente mal. Ya en su plenitud era un lastre; el 7-0 de las semis del Bayern en la 2012-13 lo dejó en ridículo, Simeone se cepilló al Barça dos veces en UCL trabajando en gran medida su espalda y, en su mejor momento y con una renovación faraónica recién firmada con el Trump del Barcelona, regaló dos goles absurdos en Anfield, para hundir a sus compañeros, que hasta que Alba los saboteó por completo al inicio del segundo tiempo no estaban compitiendo mal aquel día. Una actuación que en otro contexto habría hasta dado lugar a suspicacias por apuestas. Así de lamentable fue. Pues, ahora, está en decadencia pronunciada. Imagina. Además, algunos gestos y recados que ha regalado a sus propios aficionados invitan a pensar que se trata de un perfil tóxico. Una joyita.

Y lo difícil es que no parece que ese lastre se vaya aligerar, para desesperación de Mateu Alemany y para, poco comprensible, satisfacción de Xavi.