Hasta siempre, funcionario

Tengo la suerte y la desgracia de ser funcionario público. No tengo que preocuparme por la estabilidad, pero sí por el estancamiento. De nosotros se cuentan millones de verdades; la holgazanería, las bajas, el alargue del almuerzo. Pero no tanto el desencanto que nos produce la monotonía, nuestro mayor enemigo. A veces hasta nos quita fuerzas. 

Creo que algo parecido le ha ocurrido a Sergio Busquets en los últimos años. Comenzó como un trueno, celebrando que, contra todo pronóstico, sacó plaza en el primer equipo. Hacen falta caras nuevas, aire fresco, le decían. Luego, a medida que su rol fue convirtiéndose en maestro de los jóvenes, comenzó a recibir todo tipo de reproches; ya no está para noventa minutos, ni siquiera para ser titular, solo hace que perder balones. A mi parecer, el problema fue el entorno y no tanto su figura. 

Dame un curro fijo, bien pagado, que me acomodaré. Voy a calentar y recalentar esta silla a no ser que me motives con algo. Fichajes bien tirados, un técnico ilusionante, un compañero resolutivo. Nada. A Busquets se le quiso motivar con la billetera cuando el balón era lo único que tenía en la cabeza. Tenía más avaricia por jugar que por cobrar. Más pases, más minutos, más trofeos, más récords. Cumplió siempre con su trabajo, aunque no siempre lo hizo feliz. Lo tengo todo, pero me falta algo, debía confesarle a su esposa después de los entrenamientos. 

Mientras trataba de arreglarlo, Sergio se convirtió en un gurú del fútbol mental, siempre ubicado en el lugar que menos le hacía correr. Solo le faltó medir uno-setenta para ser una obra perfectamente cruyffista. Con la jugada en la cabeza, poco importaba su físico. Ni siquiera tuvo que preocuparse por marcar goles. Jugaba cómo si no hubiera porterías, cómo si los partidos fueran ejercicios de posesión. Sus cualidades cobraban sentido en la época dorada, aquella en la que el departamento estaba repleto de juventud, ambición y talento.

Al final, la monotonía desvaneció al artista, quedando su talento como un alma desprotegida. Tan solo encontró comprensión entre los nostálgicos y los especialistas. El resto del público, que es mayoría, prefirió juzgarlo. Porque al funcionario se le critica por sistema, sin reparar en las circunstancias. Porque la trayectoria de Busquets en el Barça es un ciclo laboral que cumple con todas sus fases lógicas. Y, de paso, con la personificación del declive de un club todavía pendiente de renacer.

Aunque hay que recordar, por encima de todo, que ha sido el mejor de la historia en su puesto. ¿Algún funcionario que pueda decir lo mismo?

 

/© Fotografía de EFE/