El Balón de Oro no es un premio futbolístico, es un premio humano. Solo desde esta óptica se puede entender toda la grandeza que encierra el galardón, que no puede quedar confinado a lo que ocurre en el césped.

Por eso siempre causa la polémica y cierto rechazo que ya son inherentes a él, por considerarlo un atentado hacia algo tan colectivo y coral como es el deporte rey. Pero es necesario para recordar al futbolista y al futbolero su condición de humanos. Necesitamos saber quien es el mejor del mundo, quien lo fue en cada época e incluso quien transciende a su tiempo para ser el mejor de la historia. Y los propios jugadores lo necesitan también, y dentro de ellos, sobre todo los cracks. Personas que aunque intenten buscar la normalidad son movidas por su ego, su ambición, y sus ganas de ser lo máximo en su trabajo, como nos pasa a todos. Por eso existe este premio que rompe los marcos futbolísticos, geográficos y temporales para reunirlos en la condición humana.

El Balón de Oro no es un premio caprichoso, sino que te elige o no te elige para construir su propia leyenda, pero también la del jugador y la del fútbol. Caminando paralelo a la historia nos la enseña, indicándonos mediante signos claros lo que los demás no damos visto. Grandes jugadores, equipos o generaciones quedaron bañados en oro para siempre, favoreciendo en el imaginario común un reforzamiento de su poderosa posición. Con excepción de lo no-europeo (asunto arreglado en 1995), no hay ningún equipo invencible histórico, ya sea club o selección, que no tenga un jugador galardonado en Oro para gloria del propio jugador, equipo y premio en una comunión simbiótica.

El Balón de Oro eligió al Barça, como elige a todos los equipos grandes, pero el conjunto catalán lo hizo su socio más perfecto, la relación más fructífera. Haciendo buena la frase que se escuchaba hasta hace bien poco sobre los culés que eran mas de jugadores que de equipos, es el conjunto que mas veces ha ganado este galardón y el que mas podiums tiene. Como no podía ser de otra manera, la profecía autocumplida dorada es en este club donde con más fuerza aparece.

Luis Suárez, el único español en ganar este trofeo, lo hizo con la casaca blaugrana, pero como en un sentido o en otro los culés no muestran demasiado apego por esa nacionalidad, este jugador galardonado tampoco dejó la huella que debería en su club. Algo que si haría el siguiente premiado. Aunque tardásemos en verlo, el esférico dorado ya nos señalaba hacia donde debería ir el Barça para encontrar el lugar que le corresponde en el mundo del fútbol.

Johan Cruyff llegó al Fútbol Club Barcelona en 1973 siendo ya el mejor jugador del Mundo. Varias Ligas y Copas holandesas mas tres copas de Europa seguidas le habían valido para recibir el Balón de Oro. Sin embargo en Barcelona tuvo una misión más allá de la deportiva: debía romper una maldición. Esto significa que no solo debía competir y llenar de títulos la sala de trofeos culés, sino que debía ponerlo en un lugar en la historia que se le resistía a la entidad. Uno de los 4 grandes jugadores de la Historia debía llevar a su club a otorgar tal posición en el Olimpo. Una Liga tras 14 años de sequía y una semifinal de Copa de Europa para los culés y dos esferas doradas más para el crack hacían pensar que esto podría ser así, sin embargo no fue tal. Esto pudo hacernos pensar que el galardón dorado se había equivocado, yendo a parar dos veces más a las manos de un jugador que no triunfaría con la camiseta que llevaba puesta cuando lo recibió, pero la profecía se cumple siempre, aunque haya que esperar. En este caso, como la maldición era de gran calado la profecía tuvo que esperar a que Johan ganara experiencia y sabiduría para poder volver, ganar, y situar por fin a su club donde merecía estar. El Barça ganaría con Cruyff como entrenador, su primera Copa de Europa y el mister se ganaría el sobrenombre de El Profeta. Nunca mejor dicho. Y con un jugador suyo ganando el máximo galardón individual.

A partir de aquí la relación del Barça con este galardón se enturbia un poco, pero refuerza la certeza en el acierto que tiene siempre el Oro para elegir. Porque el que puede elegir siempre también puede dejar de hacerlo cuando le apetezca, dejando sombras donde hasta entonces había brillantez. Así fue en el 2000 cuando el conjunto catalán perdió todos los títulos al final mientras por el camino forjaba a su próximo ganador. Luis Figo fue el mejor jugador de Europa ese año, a pesar de no haber ganado nada ni con su club ni con su selección. Pero para amargura de la gent blaugrana, el otrora ídolo alzó el trofeo al cielo del Bernabeu, el santuario del gran rival. No solo eso, sino que con esto se inició una inercia de 6 años sin títulos en Barcelona mientras que en Madrid se iniciará la glamourosa etapa de los Galácticos. Una etapa que como denominador común tendrá el Balón de Oro, por supuesto.

No sería la última vez que este premio le quiere decir algo a todos los culés, pero una vez más no fuimos lo suficientemente ávidos para interpretarlo. En el 2006, Cannavaro tras un portentoso Mundial le quitó el premio y la sonrisa a Ronaldinho. Lo que en un primer momento fue interpretado como una injusticia puntual y un “ya volverá el año que viene”, fue en realidad el comienzo del fin del jugador y del proyecto. Súpercopas de España y de Europa, Intercontinental, Ligas, Copas de Europa o Copas del Rey fueron escapándose entre los dedos de la plantilla culé mientras el astro brasileño iba de las pistas de baile al gimnasio y del gimnasio a las pistas de baile. Un equipo de leyenda y un quinto grande se habían ido por el desagüe. Era el fin de la era Rijkaard y la autocomplacencia para dar comienzo al Barça de Pep y la cultura del esfuerzo: un equipo de leyenda.

El Barça de Pep es el equipo del triplete; del sextete; de las dos Champions League; del 5-0; del 2-6; el mejor equipo de la historia del fútbol moderno. No extraña que el Balón de Oro decidiera pararse aquí para convertirse en eterno. Y lo hizo por las dos vertientes posibles: la coral y la individual. La coral en 2010, con un podium repleto de canteranos que además son la cara propia del proyecto: Xavi, Iniesta y Messi. No solo eso sino que llegó justo tras el momento que el equipo mejor jugó en toda la historia (noviembre-diciembre 2010) y que fue el preludio de otra Champions League, la cuarta.

La elección individual fue Leo Messi, el protagonista absoluto de hoy, pero también del año pasado, de hace dos, y de hace tres. Jugando en banda o por el centro; con Eto’o y Henry o con Xavi e Iniesta; marcando goles de jugada individual, de cabeza o de falta; dando asistencias o batiendo records, uno detrás de otro. Habiéndolo ganado todo, varias veces, a nivel de clubs y siendo fundamental de una forma u otra en cada uno de ellos. El hombre al que el Barça que esta vez sí, por fin, iba a sitúar en el Olimpo de los jugadores mientras él hacía lo propio con su equipo. El jugador que emergió cuando Ronaldinho se fue, cuando el Fútbol Club Barcelona dejo de tener un Rey para aspirar a tener a un Dios. El 10 blaugrana es el verdadero señor del tiempo, dominándolo a su antojo, mejorando en lugar de envejeciendo, permaneciendo mientras otros se van. Compañeros, presidentes, entrenadores y seleccionadores han ido y venido mientras el mejor jugador del Mundo se agrandaba para caminar por la eternidad. Quizá por esto, por esta conciencia que tiene de que será eterno y longevo en el tiempo es por lo que decide ponerse esos trajes tan chocantes, para que podamos distinguirlo de año a año, como queriéndonos decir: “Ché, que sho gané la pelotita de Oro muchos años seguidos”.

El Balón de Oro, ese galardón caprichoso que todo el mundo hace de menos pero que todos anhelan tener, eligió a Leo Messi como el más grande entre los grandes. Con 25 años el argentino ha alcanzado su cuarto galardón superando así a Cruyff, Platini, Van Basten y Maradona, que de haber podido optar a dicho premio nunca lo hubiera alcanzado cuatro veces, y mucho menos de forma consecutiva. El Balón de Oro ya ha elegido, como lleva haciendo desde hace seis décadas con gran acierto, y ha elegido que Leo Messi sea el jugador mas grande de la Historia. Para el galardón, el argentino es el número uno. Esta vez, ¿sabremos verlo todos nosotros también o tendremos que esperar algo más?