Ibrahimovic mira el calendario y ve al Barça. Cierra los ojos y recuerda que llegó al mejor equipo del mundo en el mejor momento de su carrera. Y que se marchó por la puerta de atrás al año siguiente. ¿Fracasó? Él no lo cree. El caso es que el sueco nunca llegó a cuajar en un proyecto que podía ofrecerle todo aquello que nunca había tenido menos lo único que parecía realmente importante para él: ser el centro de todo. Porque encajar a Ibrahimovic en un equipo no es sencillo: su fútbol es caprichoso y desordenado y sólo cobra verdadero sentido cuando puede gozar de un protagonismo muy peculiar y exigente que el Barça no podía concederle. Ocurre que Ibrahimovic es muy bueno, y que si un equipo le ofrece un rol a su medida el sueco es capaz de habilitar los sueños más elevados de cualquier proyecto deportivo que pueda acompañarle de un entramado sólido y algun secundario de lujo. Y eso es exactamente lo que se da en el PSG.

Ibrahimovic abre los ojos y regresa al presente. Mira hacia arriba y ve a Lavezzi. “Como debe ser”, se dice a si mismo. El argentino corre por los dos, de modo que el sueco no tiene que preocuparse por esa molesta ruptura que le exigía el Barça. Quizá Ibrahimovic es un nueve, pero en el PSG el nueve no es él, y eso le permite dedicarse a lo que más le gusta: contactar con el balón en los tres cuartos. Sus recepciones en la zona de mediapuntas son el recurso principal de todos los equipos que han sacado lo mejor del sueco. En el espacio del diez, o incluso más atrás, Ibrahimovic juega de espaldas y de cara, la suelta rápido y se la queda, conduce, lanza y espera. Le basta con recibir el balón para llevar a su equipo al área contraria. Para el rival es difícil evitar la recepción entre líneas de este coloso con pies de seda.

A continuación mira hacia la izquierda y encuentra a Pastore. “En su sitio”, piensa Ibrahimovic. El enganche argentino es un futbolista de enorme calidad pero poco consistente, más dado a la jugada puntual que a la presencia sostenida. Cuesta jugársela con él y Carlo Ancelotti no será quien lo haga. El entrenador italiano le ha mandado a la banda, destino habitual de los los dieces exiliados, para que Ibrahimovic administre la mediapunta a sus anchas, sin Messis ni Iniestas que le quiten espacio. Desde la izquierda las recepciones de Pastore son asequibles y el interior de su pie derecho se enfoca hacia el juego interior. Si el balón sale por su lado, es sencillo mandárselo a Ibrahimovic. Si lo tiene Ibrahimovic, es fácil ofrecerle un apoyo. Y a su espalda las subidas de Maxwell ofrecen al sueco una opción de pase profunda que compensa el escaso recorrido del argentino, más pendiente de su propio campo que del rival.

Entonces Ibrahimovic se gira hacia la derecha y sonríe. Lucas Moura ha sido toda una sorpresa: se anticipaba su talento antes de llegar a Europa pero su eclosión en esta Liga de Campeones ha sido inmejorable. Esa banda es diferente a la de Pastore: mientras el argentino se mantiene próximo al doble pivote y suma presencia por detrás del balón tras una posible pérdida Lucas Moura se descuelga del mediocampo para vivir más cerca de Lavezzi, aunque siempre cerca de la cal. Al pie o al espacio, es sinónimo de profundidad y desborde, y cuantos más metros encuentre por delante mejor. Es la opción favorita de Ibrahimovic para lanzar el balón hacia adelante. El brasileño no solo lo llevará hasta el área rival sino que además es muy posible que se lo devuelva ya en zona de remate.

Luego mira hacia atrás y no ve a nadie cerca. “Bien”. A veces se le acerca Matuidi, pero sabe que estará de paso. Como todos. Los centrocampistas de Ancelotti no se aventuran demasiado en los dominios de Ibrahimovic y esto le agrada. Matiudi, Motta, Verratti, Chantôme… todos le pasan el balón, y algunos lo hacen incluso con mucha precisión, pero se inmiscuyen poco en sus asuntos. Su misión es neutralizar al rival cuando recupere la posesión. Que el balón solo tenga sentido cuando llegue de nuevo a los pies del sueco. Si tuviéramos que enumerar a los entrenadores que mejor conocen la exigente competivividad que plantea la Liga de Campeones deberíamos citar a Ancelotti entre ellos y todavía nos sobrararía algun que otro dedo de la mano. El italiano sabe que cuenta con un potencial de semifinalista en el vestuario pero que la camiseta parisina es novata en estas lides. Por ello ha construído un equipo rocoso, capaz de resistir ante cualquiera. Si de él depende no habrá concesiones.

Finalmente Ibrahimovic mira una vez más el calendario y se pregunta qué será del PSG en la ida de cuartos. ¿Cómo afianzará Ancelotti la transición ofensiva del equipo sin el jugador que la habilita jugada tras jugada? Ya faltó Ibrahimovic en la vuelta contra el Valencia y Ancelotti se resistió a colocar a Pastore en la mediapunta. ¿Si no se fió de él entonces cómo va a hacerlo ante el Barça? Seguramente la transición ofensiva no será la prioridad del entrenador para este partido. Al fin y al cabo el Barça tampoco la pone muy cara. Se simplificará el proceso, a ver qué ocurre: habrá gente para correr arriba pero la prioridad será resistir. Thiago Silva capitaneará la mejor defensa en campo propio del torneo con el objetivo de llegar con las opciones intactas al partido de vuelta. Ahí sí estará Ibrahimovic y este equipo construído alrededor suyo lo agradecerá.