Permítanme hacer mi particular minuto de silencio en memoria de Don Luis Aragonés. Da la casualidad de que conocí personalmente al sabio de Hortaleza, tiempo ha, y puedo decir que en persona era aun más carismático de lo que ya transmitía en los medios. Creo que debemos decir que existe un antes y un después de este verdadero hombre de fútbol, que supo ver y sobre todo aprovechar, que teníamos la mejor generación de jugadores de nuestra historia. Que entendió, en definitiva, una máxima que el que la practica, suele estar cercano al secreto de este deporte; el fútbol es de los futbolistas.

El Valencia se plantaba en el Camp Nou como un rival pequeño más. 4-5-1  con repliegue intensivo y la búsqueda de salida rápida con Feghouli y Piatti como lanzadores desde las bandas y un centro del campo poblado. Donde Parejo, Javi Fuego y Oriol Romeu intentaban primero entorpecer la circulación blaugrana y después sumar alguna posesión de más de cinco toques. Algo que se antojaba imposible ante la buena presión, hoy sí, del equipo del Tata Martino.

Un Martino que en la rueda de prensa anterior al partido ya comentaba que estamos en Febrero, con lo que el margen de error se reduce. Y eso se notó en la intensidad con la que el equipo afrontaba el encuentro. Los interiores para Xavi y Cesc, los extremos para Pedro y Alexis, Busi y Leo en el eje central. Un Messi que cada vez es más centrocampista, con lo que el área se rellenaba en base a diagonales y si acaso las llegadas del propio Leo y del todo campista de Arenys. Andrés en el banco, Neymar en la grada. Dos detalles importantes.

Las ocasiones se sucedían desde el primer minuto y de hecho el marcador se abrió bastante pronto, minuto seis, por un pase al segundo palo de Leo, que Alexis remata a la red. Aun así el Barça no bajó un ápice su intensidad, pero el segundo no entraba… y eso era gasolina para el juego del Valencia, hasta el punto de conseguir la igualada cuando los dos equipos casi se dirigían a los vestuarios.

En ese momento uno ya no sabe si el Barça entró en el túnel de vestuarios o en una especie de agujero negro del que nunca volvió…

Nada más comenzar la segunda parte y ante la pasividad del once azulgrana, el Valencia consigue adelantarse por medio de Piatti en otra extraña jugada con varios fallos en cadena. ¿Actitud?Ese 1-2 parecía reactivar al equipo de casa de nuevo, pero sobre todo al mejor diez del mundo, hasta lograr en breve la igualada a dos de penalti.

Pero el problema ya estaba encima de la mesa: el Valencia ya nunca dejaría de creer.  Y así, pensando que jugar en el Camp Nou tampoco era para tanto, y agarrados a unos Parejo y Feghouli colosales, de nuevo llegó el tercero del Valencia. Y ahí, de repente nos topamos con la dura realidad; este equipo todavía es frágil mentalmente, hay cosas que funcionan, la primera media hora no puede ser un espejismo, pero todo parece cogido con alfileres y eso los jugadores lo saben, porque como decíamos al principio y como bien sabía el Sabio de Hortaleza, el fútbol es de los futbolistas.

En el campo pasaban cosas, pero lo interesante sería saber qué pasaba por la cabeza de unos futbolistas sin fé en la victoria. La expulsión por doble amarilla de Jordi Alba, vino a poner el último clavo en el ataúd azulgrana donde sólo el diez, siempre el diez, seguía creyendo y a punto estuvo en el último suspiro de empatar el encuentro. Quizá mejor así, ese empate hubiera sido un maquillaje innecesario de una triste realidad.

Otra vez colgados de Leo, otra vez una falta de movilidad arriba alarmante, otra vez la falta de profundidad, otra vez los latifundios tras los interiores, otra vez la presión desordenada, otra vez los centrales llamados continuamente a la heroicidad, otra vez problemas en la salida de balón con la presión del rival… Pero sobre todo algo nuevo y particularmente alarmante; hoy no se compitió y eso quizá sea lo más novedoso y con seguridad lo más grave…