La lluvia no cesó todo el domingo en la bella y única Sevilla, ciudad que hospedaba con incertidumbre a dos equipos que llegaban con muchas dudas y sensaciones agridulces. Por un lado el Sevilla de Emery, alquimista contemporáneo de los banquillos, guardián férreo de las acciones a balón parado e ingenioso para los partidos grandes, especialmente contra el Barça aunque casi nunca llegando a la victoria. Y, por otro, el Barcelona de Gerardo Martino, en pleno tramo irregular de juego y tras su primera derrota en Liga en el Camp Nou. La lluvia decíamos, que no cesaba. Un ingrediente más el que deparaba el azar de cara al partido. Se hacía difícil pronosticar e intentar imaginar por dónde iría el encuentro. Y visto lo visto luego sobre el césped, el guión no defraudó a la par que sorprendió.

Emery dispuso finalmente un 1-4-4-2, liberando a Rakitic en la mediapunta como acompañante del colombiano Bacca y sacrificando a Gameiro en derecha. Martino por su parte alineó a una defensa con 3 novedades respecto al partido ante el Valencia: Montoya en el lateral derecho, Adriano en el izquierdo y Bartra como central junto a Piqué. Más allá de las circunstancias provocadas por las bajas, la inclusión de los tres encajaba en el contexto que a priori iban a enfrentar los blaugranas. Igual que la de Song por Busquets en la base. Tal y como ocurrió en Vallecas o Balaídos, el técnico argentino intuía un partido de transiciones, mucho ritmo y que precisaría de alguien muy atento a limpiar segundas jugadas. Otra cosa es que el camerunés siga ofreciendo muchas dudas en lectura de juego y parezca poco adaptado al diccionario culé. Aunque se fue entonando con la mejora del equipo a lo largo del partido. Iniesta y Xavi fueron los interiores, con el de Terrassa merodeando nuevamente la zona del 4 e Iniesta acercándose más a izquierda. Arriba la delantera titular habitual estos días con Pedro, Alexis y Messi.

El Barça comenzó intentando controlar el partido con el balón, pero a tan poca velocidad y fluidez que el equipo concedía demasiadas facilidades a un Sevilla que pudo incluso golear en la primera mitad. Martino insistió con la salida en 1-3-4-2, situando a Song en lavolpiana entre centrales, Xavi por delante y proyectando a laterales a la misma altura que Messi e Iniesta. Quedando arriba Pedro y Alexis. El dibujo, más efectista que efectivo puesto que al camerunés se lo saltaban una y otra vez en la cadena de iniciación, terminaba haciendo al equipo tan largo como previsible. Messi obligado a bajar a recibir mucho y de espaldas. Es decir, malas noticias. Y el equipo que no lograba conectar con un Iniesta que algo desaparecido, intentaba moverse entre líneas. La realidad es que el equipo se mostró muy plano y apático, falto de ritmo y con unas sensaciones muy parecidas a las de la segunda parte ante el Valencia. Tremendamente desafinado. Y fue en estas circunstancias que Rakitic, el mejor futbolista local en los 90 minutos, se convirtió en el enlace perfecto para lanzar la transición ofensiva de un equipo en el que todo pasa por sus botas. Ayudado por el trabajo de Iborra y Carriço y los desmarques de ruptura de Bacca -desacertado de cara a puerta-, el croata se hizo dueño de la mediapunta. Ya no es una novedad que la espalda de los interiores en el Barça salga muy baja de precio en los mercados así que cuando enfrente hay un jugador de gran calidad y talento para interpretar esa ventaja táctica, suele ser sinónimo de peligro. Con Rakitic destrozando el inexistente sistema defensivo culé llegaría el 1-0 y pudieron llegar más a balón parado y en jugadas. Pero el fútbol tenía reservado un golpe de efecto que no esperaba ni el más optimista de los blaugranas.

Primero en una acción a balón parado que peina Alexis con la espalda y 10′ después Messi en un contraataque letal, el Barça logró dar la vuelta al marcador. Era difícil sacar más réditos con tan poco en un conjunto que se había mostrado muy vulnerable con y sin balón. Exponiendo en exceso a un Piqué superado que puede encontrar en su acompañante más joven algo de ese fuego y hambre por disputar cada balón como si fuera el último. Aunque Gerard sigue siendo nuestro mejor central, el de más garantías en los partidos más comprometidos a pesar de que suele recibir más críticas – a veces injustas- que piropos. Bartra, impetuoso y valiente donde los haya, comete errores y a la vista están, pero aporta a la defensa un descaro necesario a mi juicio. Un orgullo que anhelamos desde que Puyol ya dejó de ser un defensa de élite. Además Bartra es un activo muy interesante en salida, alternando pase corto y largo con las conducciones que ayudan a batir líneas de presión. Que no es poco en el actual Barça.

Tras la reanudación, se intuye un cambio de inercia que significaría a la postre muchísimo en el partido. Clave. Fue en la primera intervención de Iniesta bajo una lluvia que no tenía ganas de dejar de juguetear. A partir de ahí, cada vez que contactase con el balón sería una fuente de ventajas constante para su equipo. Iluminado como en los mejores días, percutiría entre líneas hasta volver a sacar lo máximo de un Messi que echaba en falta sonreír en el campo. Recibir de cara y juntarse con sus socios favoritos. Como es el caso de Andrés. El manchego daría un recital en 45′ a la altura de lo que muy pocos son capaces de hacer. Acostándose a la izquierda, su lado favorito de siempre, para destapar el tarro de las esencias. Afinó su violín y deleitó a los presentes con una melodía en la que aceleraba y paraba el juego cuando le venía en gana. Haciendo y deshaciendo a su antojo. Y mientras, Valdés que permitía al Barça seguir en el partido. Porque con un Sevilla volcado al ataque en busca del empate y creando ocasiones, córners incluidos, el guardameta seguía teniendo trabajo. Hasta que apenas pasados diez minutos desde el descanso, Messi aprovechó un presumible pase de Iniesta a Alexis para controlar y ponerla donde solo él imagina y logra. La lucidez de Andrés y el instinto del 10 ponían de cara el partido. Parecía algo surrealista a juzgar por lo ocurrido en los primeros 45′.

Sea como fuere y a pesar de que Emery intentó agitar el manzano con la entrada de Trochowski, Cheryshev y Jairo, el partido sería del Barça. Y, lo más importante, no solo en el resultado. El juego fue de Iniesta. Su violín seguía iluminando cada posesión y permitía asentarse al equipo, ordenado y más tranquilo con el marcador favorable. Los andaluces arriesgaron mucho y demostraron por qué son una de las perores transiciones defensivas de la Liga -el Barça también compite en tan dudosa clasificación-, evidenciando de nuevo que Emery es un técnico que prueba muchas cosas pero que le falta quizás algo para dar un paso más. El definitivo para tumbar a los grandes. La lluvia sigue y ahora más que nunca es el Barça quién lleva las riendas, hasta que Cesc, que había sustituido a Pedro, cierra el acto con una maravilla. Como él sabe más que nadie, llegando desde segunda línea. Un cambio interesante el mencionado ya que supuso el desplazamiento de Iniesta a la banda izquierda y Xavi a una posición más adelantada, siendo Cesc el que formaba en doble pivote con Song. Aunque apenas duró diez minutos el experimento ya que Busquets daría descanso a Xavi. El último cambio del ‘Tata’, Sergi Roberto por Alexis, fue más para ganar tiempo que otra cosa, aunque lo aprovechamos para valorar el partido del chileno, muy importante en la segunda mitad. ¿Razón? Con espacios, se vive mejor. Algo que se podría hacer extensible a todo el Barça anoche. El resultado puede llevar a engaño pero al fin y al cabo el Barça aprovechó las ventajas que le dio el Sevilla y no al revés, siendo muy superior la segunda parte de los visitantes a la primera de los locales. Con el violín de Andrés afinado como en las mejores noches.

Puede que el Barça ayer reflejara el personaje de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Que acudimos ahora a sus partidos como ante esas citas en las que hablan más los silencios que las propias palabras. Cuando no hace tanto un partido del Barça era una de esas citas con la chica que te gustaba. De la que te habías enamorado perdidamente. Puede que sí. Y que haya hasta cierta desgana y apatía contagiada desde el propio club y jugadores hasta afición. Pero no cabe duda de que es digno de admirar, a pesar de los pesares, lagunas de juego, concentración y tremendo margen de mejora en lo colectivo, la capacidad de supervivencia de este equipo. De una generación única que apura seguramente sus últimos coletazos en la élite como máquina casi invencible. Porque quizás no podamos esperar mucho más de ellos como equipo, que han llegado casi a su fin y no cabe esperar sino una evolución más radical que debe comenzar en verano. Que puede que estemos en la antesala de un 2003  o 2008. No lo sé. El tiempo dirá.

Lo que sí sé es que mientras haya buenos jugadores, hay lugar para la esperanza. El actual Barça los tiene y la mayoría de ellos están frescos física y mentalmente. En un gran estado individual. El problema y las dudas siguen siendo de juego. Como equipo. Ayer llovió y mucho en Sevilla. El Barça hubo un tramo que estuvo cerca de ahogarse, pero salió a flote y llegó sano y salvo a la orilla. Y no solo eso sino que con buenas sensaciones al final y el primero de todos. Como líder. Mientras hay vida, hay esperanza. Mientras hay indicios de buen juego y grandes jugadores, hay espacio para la confianza. El tiempo será juez y parte.