Ver a Pep Guardiola en el banquillo visitante del Santiago Bernabeu siempre es un placer futbolístico casi sin comparación. El genio visualiza y planifica el partido poniendo el corazón al servicio de la cabeza dando como resultado planteamientos reconocibles y llenos de fútbol. Por otro lado, su presencia espolea al gigante blanco consciente de la personificación del enemigo en la figura del Noi de Santpedor. Además, si en algún momento pudimos temer que al romperse el binomio Pep-Barça el envite entre ambos iba a perder dimensión, la unión entre el catalán y el Bayern han impedido tal caída. Alemanes y madrileños traen una historia propia a sus espaldas. Una historia que ha acicalado noches de Copa de Europa y de Champions League. Una historia que conocen hasta los que no la han vivido. El partido de hoy entra directivamente en esa colección de choques presente en todo el imaginario colectivo.

Con la indisposición de Gareth Bale que dio paso al 442 blanco campeonador de la Copa del Rey 7 días antes, la principal duda que reinaba en el prepartido era si el Bayern iba a ser de Guardiola, o DE Guardiola, decantándose el mister catalán por la segunda opción. Lahm en el centro del campo, Götze y Müller en el banquillo, y once hombres de rojo interpretando la idea de Pep como si Ramnstein versionase las canciones de Manel. Y el asunto es que la composición sonó bien en los primeros minutos.

El actual campeón de la Champions mantenía la posesión y enseñaba el balón lo justo involucrando a todos los jugadores sobre el césped. La jugada se aceleraba un poco cuando caía en banda izquierda, y se fijaba en el cambio de orientación a Robben, pero eran cuestiones de matiz dentro del discurso sostenido del equipo. Sin problemas para establecerse en campo contrario con un Lahm que cuando la jugaba maduraba se asentaba delante del doble pivote, la situación parecía poner mas nerviosa a una parroquia que acompañaba a la orquesta muniquesa con música de viento, que a los hombres de Ancelotti, que parapetados con Ramos y Pepe dentro del área y Alonso fuera de ella, no terminaban de sufrir. Los alemanes habían abierto la puerta del baño pero no el grifo de la ducha –“cuánto más vertical va la pelota, más vertical vuelve” explicaría posteriormente Pep-.

Duró 19 minutos, o lo que es lo mismo, duró lo que tardó el Real Madrid en presentar sus credenciales de toda la vida. Tras una primera jugada que acabó en fuera de juego a la segunda no perdonó y en uno de sus característicos blitzkrieg Benzema –a pase de Coentrao, MVP de la noche- adelantaba a los suyos. En honor de la verdad no es que el escenario a partir de aquí cambiase demasiado, pero el equipo de Chamartín elevó un poco la presión y la agresividad, y los Kroos y compañía tampoco estaban por exponerse más de lo que ya de por si su idea exige. Terminó el primer tiempo poniendo los visitantes el fútbol en una exhibición de posesión asentada, baile del hombre libre y ocupación de todo el campo y los locales poniendo el gol y los contraataques. Los dos planteamientos habían cuajado.

El segundo cuarto de la eliminatoria arrancó sin que aún terminásemos de paladear la primera y sin la intención de volvernos a ofrecer tanto contenido por parte alemana. El Real Madrid consciente de que había sido sometido pero aún así no había sufrido comenzó a proponer algo más, mirando al ogro a los ojos. La presión por todo el campo y las ganas de disputar el cuero fueron una constante que impidieron al Bayern poder hacerse con el balón con la comodidad y tranquilidad que el primer tiempo. Las jugadas seguían existiendo pero más sucias y menos precisas, mientras que los de Carletto continuaban viendo portería con relativa comodidad. Pep consciente de la situación cambió pie por pierna metiendo a Javitxu y a Lahm en sus respectivos sitios y sentando a un Rafinha superado. Un cambio que ni cortó la pequeña fuga de agua ni asentó el ataque.

De ahí hacia el final vimos el balón en los pies de los de rojo pero la exhibición en los cuerpos de los de blanco. Xabi Alonso, Pepe, Ramos y Coentrao tuvieron la noche que más de una vez habían rozado pero nunca alcanzado. Junto a ellos, Carvajal, Isco y Benzema se pusieron el casco y el traje y demostraron que pueden ganar una guerra. Ellos mediatizaron el encuentro, agigantándose al final –menos el malagueño, ya sustituido- dominando con maestría los espacios, ayudas y vigilancias y poniendo de manifiesto la principal carencia del Bayern de Pep: su escaso éxito frente a defensas posicionales asentadas. Las entradas de Götze y Müller sirvieron para meter más calidad y peligro en los metros finales pero nada más. El primer acto cayó y el Madrid viaja a Alemania con corta ventaja pero ventaja al fin y al cabo.

Quedan 90 minutos por delante y todo está en el aire. Las decisiones de Guardiola y de Ancelotti, o el arrojo que pondrán las estrellas de sus equipos solo lo saben ellos. Lo que nosotros sabemos es que volverá a ser otro partido que llenará de grandeza a la Champions League.