Tras un año sabático, después de un paso por la Roma tormentoso, Luis Enrique recibía la propuesta por parte del Celta de Vigo de hacerse cargo de un equipo que esquivó la Liga Adelante en la última jornada. Sin el mayor talento de la plantilla -Iago Aspas- ya camino de Liverpool, Lucho debía reconstruir y contó con el total apoyo de su presidente Carlos Mouriño. Siete jugadores incorporó a la plantilla de los cuales tres eran bien conocidos por el asturiano. Andreu Fontàs, central y MC que fue uno de sus pilares en el Barça B, Rafinha, el interior generador de ventajas y Nolito, el extremo desequilibrante con gol.

Sin arrancar la temporada llegó la primera prueba de fuego en dos frentes. Uno los rumores sobre su posible vuelta al FC Barcelona tras la renuncia forzada de Tito al cargo revolvían las aguas en Vigo. El otro, la salida de Túñez, el mejor central celeste en la 12/13, agitaba a buena parte de la afición. Había trazado su plan y estaba dispuesto a ejecutarlo. Moriría con sus ideas.

El esquema base de Luis Enrique durante toda la temporada ha sido un 4-3-3 eminentemente ofensivo, con el balón como punto de apoyo en su fase de ataque e intentando -con éxito desigual- la recuperación rápida en campo contrario tras pérdida. Durante estos meses Lucho ha ido matizando el sistema más con cambios de piezas que con modificaciones significativas del mismo. Por poner un ejemplo, por la posición de mediocentro han desfilado jugadores de perfiles tan diferentes como Fontàs, Oubiña o Krohn-Dehli, todos con la misma función y el equipo siempre ha querido jugar a lo mismo.

Las similitudes de la propuesta del gijonés con los mandamientos culés son palpables, tanto en las virtudes como en los defectos. Virtudes como ritmo de balón, intensidad, amplitud con los extremos, utilización de los carriles interiores… pero con dos diferencias notables: el MC sí tiene bastante peso en la creación de la jugada y la utilización de un 9 de referencia en punta. Es decir, en clave Barça, Leo Messi y el binomio Busquets-Xavi. Veremos en pocos meses como responde Lucho a ambas incógnitas, si con soluciones conocidas o bien con novedades en las dos posiciones.

En cuanto a los defectos, a pesar de disponer de un ramillete de interiores más físicos que en la plantilla blaugrana, el Celta también ha sufrido mucho en transición defensiva si bien es cierto que, a medida que su juego de ataque se asentaba y minimizaban pérdidas en zona de riesgo, se fueron reduciendo en número cada partido. De esta manera logró que un equipo que al inicio de temporada se partía a la mínima acabara la misma como un bloque bastante sólido.

Quizá el mayor legado de Lucho en Vigo sean las oportunidades que dio a los jóvenes de la casa. Chicos como Jonny, David Costas, Santi Mina o Madinda se han presentado en sociedad, demostrando que pueden tener un largo recorrido en la plantilla celeste. Y más que esos nombres en sí es haber inoculado a Balaídos el gen de la cantera, el mirar al filial, el buscar soluciones en casa, porque haberlas haylas.

Como aficionado al fútbol tengo un regusto agridulce por el fin de la etapa gallega de Luis Enrique. Agrio porque me hubiera gustado disfrutar del segundo año de su proyecto en Vigo y ver crecer tanto la idea como a muchos de sus jugadores. Pero claro, la parte dulce es muy golosa. Ver al “21” en el Camp Nou… Porque como buen astur, a este le gusta agitar el manzano. Y si caen manzanas, pues se hace sidrina, aunque dé para un par de culines.