Tercer y último capítulo de la saga Barça-Villarreal en este 2015. En juego, una plaza en la final de la Copa del Rey, casi nada para ambos conjuntos. Unos, los groguets, por alcanzar la primera final de su historia, “vengando” aquellas semis de Champions y el maldito penalti errado por Riquelme. Los otros, los culés, para intentar resarcirse de la temporada en blanco pasada y consolidar el proyecto de Luis Enrique a través de títulos. Diferentes motivaciones, un mismo objetivo, que ruede el balón.

El 3 a 1 del partido de ida concede una ventaja importante a los de Lucho aunque no definitiva pero pone en la tesitura al técnico asturiano de cómo plantear el partido. Mantener el sistema habitual con el 11 de gala o bien matizar el mismo buscando el cero en su portería. Resumiendo, Mascherano central o en el centro del campo –con o sin Busquets-. Perenne está siendo esta temporada el debate sobre el rol del Jefesito y amplio el espectro de opiniones de la culerada al respecto. Nos gustará más o menos, pero para Luis Enrique, ubicar al argentino de MC y a Sergio interior está siendo la manera de cerrar partidos, de aumentar en control defensivo –en transición y posicional- del equipo. Y no hablamos de doble pivote, porque el de Badía ha actuado ejerciendo de interior, ocupando el carril y asumiendo todas las responsabilidades. Otra cosa es la capacidad de Sergio en la ejecución de las mismas.

Curiosamente, este movimiento de Lucho en las segundas partes se ha convertido en el único argumento táctico con resultado positivo para variar dinámicas en el encuentro. Movimiento conservador, que solo mejora aspectos defensivos, pero que ha servido para cerrar partidos y cortar sangrías. ¿Y en caso de ir por detrás en el marcador? Varios ejemplos hemos tenido durante esta temporada y, a fecha de hoy, el revulsivo, el agitador, el especialista o como queramos llamarlo no existe. Cierto es que la plantilla no dispone del perfil de jugador adecuado para ello. Tanto Pedro –primer recurso arriba- como el interior por interior habitual no aportan ese giro ofensivo buscado, ni táctica ni emocionalmente. Y a falta de ese perfil tan necesario dentro de un equipo solo hay una solución para disimular la carencia: no ir por detrás en el marcador. Parece una perogrullada esta afirmación, pero de donde no hay no se puede sacar. Esperemos que hoy no sea necesario acordarse de ello…