Derrotas con una sonrisa en la boca

El fútbol es ganar, no hay discusión, es el fin último de todo deporte profesional, la cúspide que todo deportista de élite, e incluso no de élite, quiere alcanzar. La derrota, en contraposición, es la mayor de las amarguras, a veces, la impotencia que pese al trabajo bien hecho, no se ha conseguido.

Dicho esto, no todas las lágrimas son de tristeza, y no todas las derrotas son amargas. En el fútbol, y en especial, en el FCB, el camino se torna muy importante. Ya en terreno de cantera, el camino, el aprendizaje, no es que sea importante, es que es la esencia. El filial tira por tierra la frase de Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.

El triunfo de no ganar

El filial se presentaba en Segunda B tras el descenso en el año posterior y con una política de fichajes que había virado completamente, Pimienta como piedra filosofal y una plantilla repleta de juveniles sin experiencia en el fútbol profesional.

De esta guisa, y con todos los asteriscos posibles, el culé más optimista y resultadista estaba esperando para que el filial pudiese subir a la Liga Adelante, esperando a ver los playoff, los únicos partidos que posiblemente vería de los chavales en todo el año. Lo curioso, es que bien cerca de estuvo de ello. La plantilla más joven de los cuatro grupos, a nada de entrar en la rampa de salida.

Con el filial un año más en la categoría, muchas noticias positivas se pueden sacar. La primera y más importante, Pimienta. El entrenador barceloní no es solo un loco enamorado del estilo (con matices), es un entrenadorazo capaz de sacar lo mejor a la plantilla, y no solo eso, hacer crecer exponencialmente a sus pupilos.

Alumnos aventajados

El ejemplo más claro es el de Carles Pérez. El extremo zurdo que juega en banda derecha, siempre me pareció bastante menos que a la mayoría, un jugador de jugada única. Su obsesión, recibir al pie y hacer la diagonal para realizar de 1 a 2 regates y finalizar con un disparo o pase. A día de hoy, este jugador tiene una realidad totalmente diferente, así como un techo nuevo, cosa totalmente achacable a su entrenador y maduración. Poco más que decir, que lo mismo en la nueva temporada sale algo de él.

Pero no solo el extremo catalán, con él, las figuras más sonadas del juvenil también han crecido. Riqui Puig ha pasado de dominar en categorías juveniles, a dominar y generar volumen de juego en la categoría profesional. Collado se ha erigido como el gran estandarte del medio, sin recelo ni deslumbramientos por la estrella de Puig. El interior zurdo ha jugado y pesado en cualquier posición donde ha jugado, incluso consiguiéndose con él en banda izquierda los mejores partidos del filial. Por último, Monchu. No se supo bien si era interior o pivote, pero lo realmente importante, es que con su presencia el juego del filial crecía. Sus mejores minutos fueron de interior derecho enfocado a la finalización, pese a que quizás no sea su mejor rol. Debido a que no tiene un giro como el de los anteriores, su capacidad para ocupar espacios, chutar y pasar le convirtió en un activo realmente importante

Oriol Busquets. El pivote llegaba tarde y mal a la fiesta, ya que tras una inoportuna lesión no podría incorporarse hasta bien entrada la temporada. Tras unos primeros partidos dubitativos, el pivote del filial no ha sido solo el mástil donde pivotara el medio culé, sino que ha “obligado” a Pimienta a un juego donde su figura fuera más importante, donde esa posición no fuera un mero trámite de apoyo. Oriol ha ejercido de tela de araña en ataque, pero también en defensa, donde ha dominado no solo desde el físico, también cortando líneas de pase.

La zurda que cojea

La doble zurda me ha dejado bastante más frío de lo que me esperaba. Con la salida de Cucu, Miranda iba a ser no solo el lateral titular, sino el privilegio de remplazar a Jordi Alba en sus escasos minutos de descanso. Su inicio no dejó buenas sensaciones, jugador que por físico lo dominó todo en categorías inferiores, debía enfrentarse a rivales sobre los que dicho dominio, no surtiría demasiado efecto. Dejando a un lado su partido vs Levante y toda la cascada de desdichas que ello generó, su final de temporada ha dejado atisbo de que se viene un jugador impresionante.

Por otro lado, Cuenca. El central dejó mejores sensaciones en la categoría superior que en esta, y en parte, por las exigencias de su nuevo entrenador. Cohibido y errático, como si desaprender fuera un proceso demasiado duro para él, el central ha ido de altibajos. Con un talento para meter el pie y anticiparse muy alto, sensación que genera por impulsos, algo totalmente “arreglable”, máxime en su edad. No son buenos tiempos para los centrales jóvenes (De Ligt al margen).

Victorias que no tienen sitio

Posiblemente, Ronald Araujo y Moussa Wagué hayan sido los jugadores más dominantes del filial y más maduros del equipo. Dejando a un lado la enorme temporada de jugadores como Collado o Carles Pérez que bien podrían encasillarse en este apartado, sus  contextos son diferentes. El uruguayo y senegalés llegaron de equipos profesionales.

El lateral derecho tuvo una inoportuna lesión, así como una expulsión de 4 partidos que no hicieron más que confirmar una cosa, Wagué era muy bueno y su calidad transcendía en todo el equipo. Capaz de transitar por toda la banda sin cesar, de físico inacabable, sus mayores peros fueron limándose. Dotado de un timing subiendo bastante potente (cosa muy mejorada por Pimienta) y una precisión bastante alta en toques en espacios reducidos, el lateral se convirtió a veces en toda la banda, en toda la amplitud.

De Ronald hemos hablado muy poco, y aquí entono el mea culpa. El uruguayo que ha estado disputando el Mundial sub 20, vino diciendo poco y acabó gritando mucho. Lider indiscutible en defensa, su nivel y madurez al lado del de sus compañeros ha sido una comparación odiosa. Pese a que sus atributos quizás no seas los prototípicos del central culé, si que ha mejorado bastante en la conducción de balón, su “atraer y soltar” y su técnica pasadora, pese a no ser la mejor del filial. Su capacidad para corregir y evitar jugadas de espaldas, unido a su insuperable físico, ha sido el gran punto defensivo al que agarrarse. Araujo ha marcado diferencias.

El dulzor de la derrota

Antes de terminar este artículo y a colación del título, presento a Abel Ruíz. Su 2018 fue malo, de involución. Sin embargo, es algo que no me preocupa, muchos jóvenes tienen estos periodos. Tras su lesión a finales de 2018, su recuperación post lesión fue bastante positiva e ilusionante, Abel empezó a pesar, empezó a despegar, pese a que el gol apenas llegó, cosa que no me tomaría ni a la tremenda ni a la ligera. Para mi, es cuestión de tiempo y “click”.

Por último, esto es como cuando jugaba fútbol con mis amigos (periodo previo a la lesión que frustró mi carrera jeje), cuando perdía, me fatidiaba, me jodía y maldecía, pero tras finalizar, narrábamos las anécdotas y cosas a mejorar de un partido con una sonrisa en la boca. Esta sensación que se pierde en la élite, espero que no se pierda en el filial, porque pese a que han perdido en el parcial, el total ha sido de goleada, enhorabuena.