Valverde, la crónica de una muerte anunciada
Desde Anfield hasta el pasado 9 de enero en Jeda podemos decir que el barcelonismo ha vivido medio año envuelto en una sensación de tristeza, apatía y desgana con el equipo. Lo sucedido en Liverpool fue más allá de una derrota dura en unas semifinales de la Champions, fue un golpe anímico que el bueno de Ernesto Valverde no supo enderezar ni convertir en una especia de acicate para crecer de cara al siguiente curso. Así pues, la confianza depositada por Bartomeu y Abidal en el cuerpo técnico del Txingurri y en el vestuario se ha resquebrajado irremediablemente.
Tras la derrota en Arabia en ese torneo para blanquear el régimen totalitario saudí, eso para Rubiales y Tebas no es violencia, el club tomó una decisión absolutamente incoherente con lo planteado y planificado por la directiva en todo este tiempo. Que el tramo final de la pasada campaña indicaba que el proyecto estaba, al menos, tocado, parecía plausible. Que aquello derivara en el final de la trayectoria de Valverde en la entidad y empezar una nueva era sería, también, lógico y razonable. La realidad, pero, es que el club tomó otra decisión también en consonancia con la trayectoria mostrada por la junta presidida por Bartomeu: mostrar confianza en el entrenador para liderar la nave hasta el final. Lo hicieron con Luís Enrique el primer año, con Gerardo Martino y lógicamente con Ernesto.
Líder y en octavos de la Champions.
Valverde podrá decir, y nadie se lo podrá negar, que se va dejando al equipo en disposición de luchar por los títulos más importantes del presente curso. También se puede decir que el camino, el cómo se han ido haciendo las cosas hasta entonces, no presagiaban la mayor de las suertes. El aburrimiento, la sensación de vivir un dejà vu constante en remontadas en contra, goles encajados y la escasa confianza en los jugadores del filial han terminado pesando más que los correctos resultados obtenidos.
Quique Setién, el elegido para comandar la nave, tendrá como principal misión cambiar el estado de ánimo de la entidad más allá de las modificaciones tácticas y futbolísticas asociadas al cargo. Volver a sonreír, volver a tener ganas de jugar al fútbol, de verlo por parte de su masa social y un mayor entusiasmo de los jugadores del fútbol base con un escaso bagaje con el destituido entrenador serán las misiones principales del cántabro.
El tiempo y el fútbol pondrá a cada uno en su sitio, pero la destitución o el final abrupto de Valverde en Barcelona no dejaba de ser una crónica ya presagiada desde el gol de Origi esa aciaga noche inglesa.