EL GRACIAS MÁS GRANDE DE LA HISTORIA

Siempre pensamos que escribir el texto de despedida de Leo Messi sería el más sencillo de la historia de Rondo Blaugrana. Porque ya se ha dicho todo de él y porque solo estaría repleto de gratitud, pero lo cierto es que la situación alrededor del argentino y del Club se ha enrarecido tanto hasta este indigno final que analizar su adiós sería de una complejidad enorme. No nos vamos a meter en ello porque lo vivido ha sido demasiado bonito como para quedarnos con detalles vulgares. Nada de presidentes, nada de contratos y nada que no sea el “10”, el balón y el verde.

Todos en nuestra cabeza nos habíamos imaginado ese último día en el Camp Nou. Con Leo con el brazalete siendo de la partida aunque tuviera que salir a jugar cojo como el día del PSG. Dejándonos varios “Ohhhhhhhhh” a lo largo del encuentro, el sonido registrado de Messi. Las 98000 personas que llenan el estadio coreando su nombre en cada acción. Y que llegara ese minuto 80 en el que el tablón del cuarto árbitro mostrara el “10”. Entonces Leo se quitaría el brazalete, se lo entregaría a un compañero digno de portarlo y se dirigiría a la banda ovacionado y emocionado, devolviendo el aplauso a todo un Camp Nou en pie y al borde de la deshidratación. Porque no va a ver nada similar en su vida con casi total seguridad. “¡Meeeeeeessi, Meeeeeessi, Meeeeeeeessi…!”

Y con el coro del Camp Nou alabando al astro nos despertamos ante esta mierda de realidad, la que vamos a obviar en favor del recuerdo del mejor futbolista de la historia, creado y moldeado para orgullo de todos los barcelonistas en La Masía.

De pronto se nos pasan por la cabeza muchas imágenes, como lo que se dice cuando estás a punto de fallecer, ¿no? Leo subido a Ronaldinho. Capello diciéndole algo a Rijkaard. Leo esquivando la cacería de Mourinho y Del Horno. Leo llorando y lesionado abrazando a Frank. Leo dejando en el sitio a Scholes. Leo batiendo 3 veces a Casillas. Leo anotando con la mano el día del Tamudazo. Leo ganando el oro en Pekín. Leo de superhéroe en El Sardinero. Leo estampando a Cannavaro contra el palo. Leo de falso 9. Leo con la bota en la mano en Roma…

Todos podemos seguir esta historia porque nos la sabemos de memoria. La hemos vivido tan de primera mano y con tanta intensidad que no se nos podría escapar ningún detalle. Porque algo muy grande ha pasado estos años en Arístides Maillol y nosotros hemos sido testigos de algo tan extraordinario. Ahora Leo se va, pero nos deja un legado y un “porrón” de felicidad ante el que solo podemos sentirnos afortunados. De algún modo casi todos hemos crecido con Messi y de algún modo a todos nos ha cambiado un poco la vida.

Nos decía nuestro buen amigo Cerdido el otro día que cuando Leo debutó él era alumno de 1º de Bachiller y ahora en su adiós es profesor del mismo curso. Como él muchos que hemos acompañado a Leo en esta aventura como un niño persiguiendo al ídolo y ahora de pronto nos hemos hecho mayores. Difícilmente vayamos a ver fútbol con los mismos ojos a partir de hoy. Y no tardará tanto en llegar ese día en que nos encontremos en conversaciones como las que teníamos con nuestros padres y abuelos en las que nos decían eso de “Di Stefano sí que era bueno” o “como Kubala ninguno”. La diferencia es que nosotros sabemos que estamos en lo cierto, aunque suene prepotente. Nosotros hemos vivido a Leo y hemos estado aquí para verlo. El mejor.

Uno de los ejercicios más difíciles para los que hemos escrito sobre el Barça y sobre Leo estos años ha sido encontrar palabras para definirlo. Genio, astro, D10S, extraterrestre, GOAT…Se ha quedado tan corto el diccionario para describirle que se ha tenido que recurrir a otras formas para explicar su singularidad, pero ¿cómo explicar lo inexplicable? Lo más parecido seguramente fue Maradona y, como decía su compañero Jorge Valdano, “Messi era Maradona todos los días”. Tan simple como eso. No hay literatura futbolística suficiente para hacer una crónica del mejor futbolista de todos los tiempos.

Leo nos ha hecho tan felices que perdimos no pocas horas de sueño para acompañarle en su búsqueda de un título con su país. Y nos hemos pegado con quien hiciera falta para combatir cualquier absurda comparación. Era lo suyo después de tanto derroche al servicio de un escudo, de tantos abrazos por goles suyos y por tanto orgullo acumulado. Son demasiadas imágenes grabadas a fuego en nuestra alma. Aquella pasional carrera en Wembley, ese balón suspendido en el aire sobre Almunia esperando el toque mortal del genio, ese abrazo con Pep, esa camiseta mostrada en el Bernabéu el día del 2-3. ¿Cómo no estar entregados a Leo de por vida?

Ahora estamos más que tristes. Estamos apesadumbrados por el futuro que nos espera a los culés. Estamos enfadados por haber llegado a este punto. Estamos en un momento en el que hoy el fútbol nos importa mucho menos que ayer. Hoy nos sentimos infinitamente más viejos, como si hubiéramos crecido de golpe y nuestra niñez se hubiera acabado.

Ha sido muy difícil escribir este texto porque se ha escrito ya todo de Leo y porque es imposible estar a la altura de su figura. Va a ser rarísimo todo a partir de ahora. Va a ser extraño analizar al equipo sin pensar en él. Va ser duro verle con otra camiseta. Y va a ser un shock convocar la #RBPorraXI y que ninguna acabe con Leo. O con “Y Leo”, como solía hacer nuestro amigo y compañero Dani Suárez, al que hoy echamos un poquito más de menos si cabe. ¿Cómo cerraría este texto Dani? Suponemos que tan original como nosotros:

GRACIAS, LEO.