EL "PERFIL LARSSON" Y LA MADRE QUE LO PARIÓ

El problema de hablar sin pensar demasiado es que se dicen bastantes tonterías. Y el problema de hacerlo muy a menudo y con un altavoz potente es que, a la larga, esas tonterías acaban por ser asumidas como algo a tener en consideración. Como los buitres cuando olfatean la carroña, el “perfil Larsson” acude al entorno azulgrana siempre que el repliegue de los rivales le complica algún resultado al Barça. Es una correlación a la que estamos tan acostumbrados que rápidamente entramos en debates sobre la conveniencia o no de bastir un hipotético plan B -o incluso un plan A- alrededor de un delantero de referencia que pueda ofrecer alternativas aéreas ante rivales fortificados en su área. Es una discusión que tiene sentido pero demasiadas veces olvidamos que, en realidad, hablar de “perfil Larsson” en estos términos es una soberana tontería.
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Henrik Larsson jugó en el Barça las temporadas 2004/05 y 2005/06, las mejores de la era Rijkaard. A lo largo de su etapa como culé intervino en 58 partidos y anotó 19 goles, que no son malas cifras goleadoras considerando que partió de suplente en muchas de sus participaciones, pero tampoco suponen ningún hito que en clave Barça acredite al sueco como referente histórico en materia anotadora. De hecho su papel en el equipo de Ronaldinho Gaúcho, Deco, Samuel Eto’o y compañía nunca dejó de ser bastante marginal, y si bien es cierto que Frank Rijkaard tiró a menudo de Henrik Larsson en las rectas finales de partidos muy cerrados, ese recurso tampoco presentó una efectividad particular que merezca una posición destacada en una posible antología de abrelatas futbolísticos.
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Más allá de las cifras el paso de Henrik Larsson por el Barça está en general algo sobredimensionado. Tan dado a la exigencia e incluso a la crueldad en otros casos, el Camp Nou fue muy receptivo con la figura del sueco, del que coreó pronto el nombre y al que trató desde un primer momento con una consideración que ya hubieran querido otros. Es comprensible. Se trataba de un excelente futbolista que además de calidad evidenciaba esfuerzo y determinación sobre el césped y que ya llegó a Barcelona acarreando una potente leyenda -242 goles en siete temporadas en el Celtic FC le avalaban como jugador de culto de la última década-. Pero de allí a recordarle como un tipo de jugador que nunca fue hay un buen trecho, y no deja de ser curioso que su mayor hito como culé no le acreditara ni como goleador ni como nueve, sino como pseudo-extremo asistente por partida doble en la remontada ante el Arsenal. El Henrik Larsson delantero de referencia no existió en París, ni tampoco antes de París.
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No está de más recordar que Henrik Larsson no era especialmente alto -178 cm- y que pese a ser un excelente cabeceador no lució esta faceta en el Barça, equipo ya de por sí poco dado al fútbol directo y al centro y remate. Y no es de extrañar, puesto que el delantero sueco jugaba a otra cosa. Basta con echar un vistazo a los tantos de Henrik Larsson con la camiseta azulgrana para darse cuenta que tienen poco o nada que ver con esa absurda imagen de delantero de referencia que se ha vendido sobre él. El sueco fue en el Barça un punta ligero, centrado en la movilidad y la lectura de espacios tanto a la hora de aportar cierta capacidad asociativa como de alcanzar una buena posición de remate. Puestos a buscar una comparativa actual el perfil goleador de Henrik Larsson en el Barça se asemeja mucho más al de un jugador como Pedro Rodríguez que a un delantero tronco de manual como Fernando Llorente. Vistiendo de azulgrana el delantero sueco anotó básicamente con los pies, la mayoría de las veces a la espalda de la defensa rival e incluso jugando antes como falso extremo o segundo delantero que como nueve -posición que Samuel Eto’o abandonó muy pocas veces a lo largo de esas dos temporadas-. Sus virtudes goleadoras brillaron mucho más en transiciones rápidas que asaltando esos rivales replegados para los que, según nos cuentan muchos, fue una auténtica pesadilla.
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Plantearse que el Barça saque provecho de un nueve corpulento que impere en el área rival ante un contrincante replegado tiene mucho sentido. También es bastante complejo, pues la arquitectura del equipo las últimas temporadas es poco permeable a una reforma de este tipo. Y el delantero tronco no es, desde luego, la única respuesta que el fútbol ofrece ante partidos como el de Celtic Park. Pero el interesante debate futbolístico es lo de menos cuando se alude a este recurso por sistema y sin ningún tipo de fondo argumental, a modo de muletilla que ahorra un análisis mucho más profundo. En estas, acudir al desdibujado recuerdo de Henrik Larsson siempre lucirá mejor que referirse al efímero Maxi López o al fracaso estrepitoso de Ibrahimovic en su cita con el Inter de Mourinho.