PRESIONAR CON MENOS PARA PRESIONAR MEJOR

Si hay un concepto que en el fútbol se simplifica, éste es el de la presión. Tanto que a menudo no parece fútbol. Es algo que sólo hace falta activar, y que depende de la actitud o del físico. Pareciera que para que un equipo mejore la presión, en lugar de un entrenador, resulta más útil un sargento de la mili. Todo el mundo entiende que para que un equipo juegue de una manera o de otra es preciso un proceso, un entrenamiento y un rodaje. Para presionar no, es cuestión de querer y de correr. Es revelador que sobre este tema prevalezcan términos como «mucho» o «poco» en lugar de «bien» o «mal». También que no haya tipos de presión; existe «la presión», y se hace o no se hace.

Pero el caso es que la presión sí es fútbol, y como tal se explica. Normalmente más por el balón que por las piernas. Nada favorece más la presión que lo que acontece con el cuero antes de que ésta tenga que ponerse en funcionamiento. Su mejor cómplice es una buena pérdida de balón. Una pérdida que deje mal parado al rival para lanzar el primer pase, que tenga a varios hombres de nuestro equipo cerca de la misma y que se sitúe tan próxima al arco rival como sea posible. No es lo mismo que la pierda Neymar en posición de extremo a que lo haga Busquets. En el primer caso, la pérdida normalmente se producirá a la espalda del mediocampo rival, algo que obligatoriamente lo gira y normalmente también lo desordena, dificultando así la secuencia de pases posterior con la que el adversario tratará de transitar. Además, lo normal es que si la pierde Neymar el Barça haya cruzado la divisoria y acumule a varios jugadores en campo rival. También que varios de ellos estén cerca del brasileño ofreciéndole una alternativa para continuar la jugada. Y estar cerca del balón, es estar cerca también del robo. Por el contrario, de perderla Busquets, los compañeros quedan más lejos, la mayoría por delante del balón y el rival enfrenta la transición defensa-ataque de cara. Es por eso que cuanto mejor se ataque, mejor se podrá ir a la presión después.

Como la presión es fútbol y al fútbol se puede jugar de muchas maneras, también para la presión hay estilos. Así, por ejemplo, en el Barça de la última década, aunque sólo hayamos oído hablar de una presión –la presión-, se han producido, como mínimo, tres:

– La del Barça de Rijkaard, apoyada principalmente en el pase de Ronaldinho al desmarque de Eto’o o Giuly. Un pase y un desmarque tremendamente profundos que si el rival era débil separaban las líneas, y que si era fuerte hacían correr tanto a la defensa como a la media hacia su portería. El resultado era el mismo, un enorme espacio para que los interiores ganaran la segunda jugada si el balón no lograba pasar y era rechazado. En unos casos por delante de la línea de medios rival, en otros por detrás. Es lo que separaba el dominio de la goleada. Como ésta era la presión de ese Barça, se pudo cambiar a Davids por Deco y pasar a defender aún mejor.

– La del primer Barça de Guardiola. Una presión más física en un Barça más vertical que el que vendría después, al que los ataques le duraban menos. Otra vez un equipo muy profundo con Eto’o y Henry como estiletes, con un Touré Yaya al que hasta el Camp Nou se le hacía pequeño, los minutos de Keita o Gudjohnsen como interior, y un Dani Alves vital poniendo la agresividad a la recuperación en esa banda derecha que completaban Xavi y Messi, y que por momentos lo monopolizó prácticamente todo.

– La del Barça de Guardiola, Xavi y la perfección en la pérdida. En un equipo construido al rededor del triángulo Xavi-Iniesta-Messi, el balón casi nunca pasaba a pies del contrario. Y cuando lo hacía era en un contexto tan desfavorable para el adversario y tan favorable para el Barça, que permitió que con Alves, Xavi, Busquets, Iniesta, Messi, Pedro o Villa se construyese el sistema defensivo más perfecto de la historia del club.

Pero ese Barça se acabó, porque el fútbol lo hacen los jugadores, y ese Xavi no es este Xavi y aquel Iniesta está lejos del actual. La temporada pasadan, sin embargo, quisieron seguir siéndolo y no fue una buena noticia. El Barça 2012-13 quiso seguir defendiendo igual cuando atacaba distinto. La calidad de la pérdida era mucho menor y la profundidad de los ataques escasa -una vez a Vilanova se le cayó el equipo-, por lo que, cuando el jugador se lanzaba a la presión, lo hacía partiendo desde un escenario poco prometedor. Venía desde muy lejos y su avanzadilla no era más que la antesala de un agujero en mediocampo en el cual, a los rivales, les salía muy barato recibir. Seguramente el ejemplo paradigmático lo encontráramos ante el Bayern, cuando con los alemanes iniciando y un Barça asentado en una defensa posicional bastante retrasada, los culés mandaban a sus interiores al encuentro de Dante o Boateng. Recepción fácil por dentro, Busquets sobreexigido y un Bayern en ventaja para desequilibrar en las inmediaciones del área.

A su llegada, el Tata volvió a prometer presión. No tardó en desechar la idea. Como acabamos de ver, si no hay fórmula en ataque, la presión se vuelve más un peligro que una ventaja. Al menos tal y como la ha aplicado últimamente este equipo. Pero ante el Granada, en uno de los partidos más negativos de lo que va de temporada, pudimos ver una interesante novedad. No ha tenido continuidad, como todo este año, pero ha sido apuntada quién sabe si para recuperarla en algún momento. Aquel día, Martino invirtió el triángulo. Cesc jugó más cerca del mediocentro que de Iniesta. En ataque el ex gunner, recordando Londres, llegaba, pero sin balón se contenía. Se parapetaba junto a Busquets. Y esto que debía empobrecer la presión la mejoró.

Con la seguridad que da tener un hombre más a la espalda, el cuarteto formado por Iniesta, Pedro, Neymar y Alexis pudo irse arriba sin temor. Que les superaran no era sinónimo de ocasión rival en contra. Atrás aguardaba el colchón de seguridad. Donde antes un sólo hombre cubría cinco espaldas, ahora dos se repartían cuatro.