Todos, quien más quien menos, hemos sido niñ@s alguna vez, y a cierta edad, crecer es un proceso peculiar. Se crece por partes, a lo bestia y de la noche a la mañana. A mi padre le gustaba hacerme notar cada uno de estos estirones repentinos con un «se nota que has crecido, ya te llegan los pies al suelo«. Mal encaminado no iba. Primero porque, efectivamente, los pies me llegaban al suelo, y segundo porque de haber estado echado, mi crecimiento no se habría percibido sólo de pies a cabeza sino también de la cabeza a los pies. A ver cómo llevamos esto al fútbol.

El Barça de Martino tiene un problema gordo en transición defensiva que puede verse en su máxima expresión a la espalda de los interiores. El equipo culé no presiona bien pero aun así sale. A causa de lo primero el rival supera la presión sin excesivos problemas, y como consecuencia de lo segundo, encuentra fácilmente a uno o varios receptores libres en la zona que han desnudado los dos interiores al irse arriba. Busquets no da abasto, y el adversario progresa dejando atrás a medio conjunto azulgrana. Con campo por correr, llega lanzado a la posición de los centrales, que no sólo deben partir desde parado ante un rival que llega en carrera, sino que además lo hacen normalmente en inferioridad táctica y numérica.

No entraremos a hablar de esa presión mal entendida, ni de sus consecuencias en forma de latifundios en la medular, pues son aspectos que ya hemos tratado en este espacio. Hoy nos detendremos en hablar de los centrales, esos héroes señalados. Normalmente víctimas del contexto que los expone en demasía, quizás ellos mismos tengan en sus manos una solución para sobrevivir a un escenario tan cruel. No descubriremos nada si decimos que la distancia entre el interior y el central es la distancia entre el central y el interior. Por lo tanto, las maneras de reducirlas pueden ser dos: que el interior se retrase o que el central se adelante. Hoy en día, en el Barça no se dan ninguna de las dos. A la salida a la presión de los interiores, acompaña el repliegue del central. Visto que la primera premisa no cambia, quizás habría que pedirle a Piqué y Mascherano un punto más de valentía, osadía y, probablemente también, de insensatez. Ser ellos los compañeros de Busquets cuando al de Badía lo dejan solo. A veces, la mejor manera de no caerse de la cuerda es caminar sin red.

A varios kilómetros y pocos días de distancia, Pellegrini tiene un problema similar. En su centro del campo de dos hombres, ni Touré ni Fernandinho son pivotes posicionales. Su naturaleza es ser interiores en un 4-3-3. A ambos les gusta irse arriba y en fase defensiva guardan más bien poco la posición. En el City la espalda del mediocentro se vende barata, y todos los rivales que ha enfrentado hasta ahora han recibido cómodamente ahí. Otra vez la distancia entre el futbolista que sale y el central que se queda es enorme. Kompany y compañía sufren a campo abierto y con la salvedad del serbio Nastasic, viven más tranquilos sintiendo cerca a Joe Hart. Como al Barça del Tata Martino, los pies no les llegan al suelo. Unos corren hacia delante y los otros hacia atrás.