El equipo más difícil era el Olympic Hussein Dey. El estadio quedaba detrás del cementerio. Ellos nos hicieron notar, sin piedad, que podíamos tener acceso directo. En cuanto a mi, ¡pobre golero!, vinieron por mi cadáver.  «Lo que debo al fútbol» Albert Camus

Nos habíamos olvidado, durante años, de la portería del Barça. Aparecía a la sombra de las hazañas de Messi, de las master class de Xavi, de los exterminios sutiles de Iniesta. Lo cierto es que Víctor Valdés dejó sin melodía el marco del gol propio. No fue fácil, no fue un trabajo limpio, no tuvo alfombra, ni palmaditas de ánimo. Víctor se encumbró porque es un gigante y un profesional, porque llegó a ser el mejor del mundo en lo suyo. Inicia un nuevo proyecto el Barça, cargado de una resaca de éxitos que no será fácil de aliviar, y lo hace sin la mordaza que solo veíamos cuando cerraba la puerta para que la gloria no se escapase: París, Roma, Londres. Se ha ido Víctor y la melodía del gol propio ha vuelto a sonar. Se ha movido el club, ha llegado una de las más firmes promesas europeas de la portería, Marc Andre ter Stegen, un alemán que puede ser “el portero”. Ha exigido su pieza Luis Enrique, un guardameta contrastado a nivel internacional y con solera en la Liga, Claudio Bravo. Y se ha cerrado la posición con Jordi Masip, el tercero en discordia.

Cuentan de Camus que siempre decía que, de volver a nacer, elegiría ser futbolista antes de escritor “porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias lo que más se, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”. Camus era portero, golero como expresa él mismo, y sabía que el rival buscaba su cadáver. El cadáver de un portero se encuentra cuando el balón entra en su portería. Cada gol es una muerte, cada escena recogiendo la pelota mientras a escasos metros se produce una explosión de júbilo, una celebración, un éxtasis, cada compañero que baja la cabeza en señal de resignación, es una derrota. El portero está solo, expuesto a su propia fortaleza mental. Esta será, sin duda, una de las claves para que la gestión de una delicada parcela salga adelante, la fortaleza mental de quien sea dueño de la portería. Luis Enrique tiene la responsabilidad de elegir al tipo al que cada semana buscarán enterrar. Y aquí, en el Barça, el cementerio queda dentro del estadio.

La pretemporada, hasta hoy, no nos ha revelado nada. El aquí presente no consigue descifrar ningún indicio por el que Luis Enrique se haya podido decidir. Bravo es “su portero”, la elección de Unzue para el proyecto y pienso que parte con ventaja por ser un gran conocedor de la competición y por su capacidad para dominar el espacio que hay entre la espalda de sus defensas y el área. Esto último resulta imprescindible para un portero en un equipo como el Barcelona. De ter Stegen, la mayoría, hemos visto poco. Se nos ha notado por la sorpresa al ver su sobriedad y manejo del contexto de los partidos. Si partiese de cero, y me pusiese en la piel del entrenador, sería mi elegido. Haciendo un esbozo, diría que es un portero muy seguro y con enorme frialdad que a medida que cumpla años, y partidos, crecerá. Jordi Masip tiene pocas papeletas, acostumbrado a vivir a la sombra, acostumbrado a no saltarse pasos, quizá su paciencia y crecimiento desde el trabajo diario le lleve a ser pronto el elegido de Víctor. Los tres sufrirán, y deberán estar preparados. Un día le leí a Roger Xuriach que la demarcación de portero, pese a su constante evolución, sigue estando condicionada por la inmunidad al sufrimiento.