Caído de pie en un equipo que le iba como anillo al dedo, Sergio Busquets se mostró como un titán de la posición. Tal fue su dominio, acrecentado por una elegancia en el gesto técnico pocas veces vista en una demarcación donde estaba más de moda el músculo que el cerebro, que su juego pareció más plural en el análisis que en el césped. El otrora 16 culé fue definido como la máxima expresión de la posición, un constructor de juego dignamente heredero de un Guardiola al que en pocas lunas ya había superado, un hombre capaz de encontrar a cuantos compañeros quisiera, que podía dividir el juego al son de su golpeo. ¡Y aún por encima defendía! Y defendía siendo un lector de la situación supremo. Un cerebro táctico que podía anticiparse a la jugada para abortarla en un salto a la presión perfecto. En definitiva, era el mediocentro perfecto para el Barça, como si el propio Barça registrado como producto inmutable siempre demandase lo mismo de tan complejo puesto.

La realidad, como suele pasar muchas veces, es tozuda y descarnada y simplificaba a Sergio más allá de lo que la fina pluma del avezado articulista quería ver en él semanalmente. Su juego, simple pero efectivo se puede resumir en las pocas palabras que utilizaremos a continuación: con el balón era perfecto porque se lo daba rápidamente a Xavi que era el verdadero –y único- cerebro. Sin balón era maravilloso porque podía saltar a la presión adelantada a por un esférico que siempre estaba en el balcón del área gracias al juego coral culé. O sea, el mediocentro perfecto para el equipo culé, era en realidad el mediocentro perfecto de Xavi Hernández.

Para no volver a reincidir en un pasado al que volvemos como referencia en una vara de medir cada vez más desproporcionada resumiremos el asunto diciendo que con la caída del capitán se cayó el Barça, España y el rendimiento del de Badía. No Xavi, no party. El supuesto bajón físico, condición que sale a relucir en cualquier jugador y equipo en cualquier época del año cuando las cosas no funcionan, es en este caso especialmente impreciso. A no ser que entendamos “bajón físico de Busquets” como un eufemismo de “sin Xavi no tiene demasiado sentido”.

Porque la situación ahora mismo es esa: cuesta entender la función que cumple nuestro protagonista en el equipo. Tanto con sin balón como con balón, en transición y en posicional su aportación es tan escasa que calificándola como escasa la estamos aumentando. Es una pieza desencajada, atorada o encallada que colapsa un engranaje ya de por sí cogido por pinzas.

Caído el xavisistema cayó la condición de único y especial que tenía el equipo. Y por lo tanto fue –es- el momento de pedirle cosas normales. Cosas como el poder compartir algo más la posesión sin el miedo a lo que pasará cuando la pelota no está en tu poder porque no sabrás como recuperarla al no tener un especialista defensivo. Porque no lo tiene. Busquets, una vez ya no puede recuperar el balón saltando hacia delante ya que la presión luce muy errática en sincronía con el juego del equipo, no tiene lectura para recuperar en defensa posicional. Para leer hacia dónde va el juego y como orientarse hacia él, como incidir en él. Cómo mandar en él. Algo que también le pasa muy parecido en transición al, entre otras cosas, no modular su altura según la altura del contrincante. Como esto no lo hace, y ahí si tiene ocasión de buscar el robo anticipándose, muchas veces queda expuesto y superado en un pase. Es el mediocentro gaseosa.

Con balón, tres cuartos de lo mismo. Su desempeño es intrascendente a pesar de su buena – e in crescendo– técnica. Tiene un buen golpeo y cada vez encuentra jugadores más lejanos, pero su lectura y capacidad de decisión no están a la altura de la misma. No es un metrónomo, y eso los rivales lo saben pudiendo tener siempre la decisión a la hora de dónde defender al Barça: o con una presión adelantadísima de las que los culés a duras penas salen, o cediéndole toda la iniciativa a su salida de balón consciente de que con la misma no sacan ventajas, lo cual resulta directamente hiriente para todo aquel que ha disfrutado con normalidad del equipo catalán en las últimas dos décadas.

Sea como fuere, el camino está marcado para nuestro protagonista y hay 3 posibles escenarios para él. Que vuelva a surgir un Xavi que le dé sentido, ya que sin un jugador de tal magnitud histórica está diluido; cambiarle su rol a un doble pivote atípico por estos lares, o a un puesto de interior donde de momento no ha sobrevivido; o que sea relevado por Mascherano. Esta es la solución normal, para un equipo que hoy por hoy es normal. Una solución que a Piqué y a Alves le harían la vida mucho más fácil.