La visita del Barça al Martínez Valero supuso un giro al pasado. Al pasado posterior al Santiago Bernabéu, para ser más exactos. Tras ese día, la idea original de equipo vertical y ultraofensivo fue cambiando hacia una pasta insulsa –y a ojos del espectador, mal trabajada-, donde el equipo quería volver a la disposición que daba el Xavisistema, pero perdiendo automatismos y cadencias por el camino. Una fase que se terminó cuando regresaron a lo que había funcionado antes: ese vértigo sin fin donde los jugadores disfrutaban yendo en manada hacia la portería rival. Un modo de jugar con el que el Barça se enganchó a la Liga ganando y disfrutando contra el Atleti y el Dépor, y a su vez le ha permitido tener un pie en semifinales de la Copa del Rey.

Hoy no fue así, pero no por un bandazo o un nuevo giro del míster, que como aún no hubo pinchazo no tuvo motivos para hacerlo. La razón fueron las rotaciones, y principalmente las ausencias de tres hombres clave: Alves, porque es el que permite asentar el balón arriba –está comportándose como el mejor centrocampista del equipo-, Rakitic; porque compensa los movimientos de Messi y del brasileño; y Suárez, dueño del carril central, desplazando a Leo al costado. Como el modo de jugar del Barça de Lucho se basa tanto en estas tres piezas hiperactivas que copan la banda derecha, y como -¿aún?- no hay un molde que permita repetir patrones con otros jugadores, las rotaciones obligaron a los blaugrana a ponerse el traje antiguo.

Y el traje les sentó mal, e hizo que el Elche se viera guapo. Así fue una primera parte donde los ilicitanos parecían entenderlo todo. Si el Barça era lento –el truco de los envíos en largo no cuajaba-, los de Fran Escribá aún lo ralentizaban más. Con una disposición 4-1-4-1, no tenían problemas para cerrar los pasillos interiores a su adversario, ni para sacar el balón con comodidad desde atrás. El alcanzar la divisoria apenas tenía peaje para ellos y una vez cruzada, Aaron, Fayçal Víctor y Jonathas continuaban la jugada con cierta fluidez. Mascherano por delante y Bravo por detrás fueron tapando las grietas de una defensa donde Montoya, Bartra y Alba hacían aguas.

El Elche no sufría porque la escasa velocidad culé –cuando Messi ocupa el carril central y Xavi es titular mengua mucho- nunca les giraba. Tampoco sentían incomodidad en su campo pues los blaugrana presionaban poco y mal. Así, las pérdidas eran siempre en campo contrario, unas pérdidas de calidad con las que nunca se exponían.

Allá por el minuto 20, Xavi que estaba en la izquierda, se intercambió con Rafinha que estaba en la derecha, y la posesión culé empezó a asentarse un poquito más, pero el ritmo también a ralentizarse más. Podría decirse que el Elche apenas notó el cambio pues aún pudo poner a prueba a Claudio una vez más mientras que el Barça apenas generaba peligro. Pero en estas una jugada de picardía a balón parado supuso el 0-1. Una jugada donde hay que detenerse porque es una prueba evidente de cómo el equipo está enfuchado y compitiendo. De que el equipo está vivo. Jugadas de las que dan puntos y desatascan partidos, y que tanto vimos en la época de Guardiola –contra el Sporting de Lisboa en Portugal, o contra el Atleti, tanto en el Calderón como en el Camp Nou-. El gol desactivó al conjunto franquiverde, que vio cómo su contrincante ante la seguridad del marcador ya no volvería a arriesgar más el balón, salvo algún error individual.

Uno se ruboriza un poco cuando debe decir que en 45 minutos donde hubo 5 goles, un penalti y una expulsión, no pasó nada. Pero así fue: el segundo acto no tuvo historia. El Elche dio dos pasos atrás sin que el Barça diera dos hacia delante y así el partido como ejercicio competitivo entre dos rivales, murió. El rápido 0-2 seguido de la expulsión de Fayçal dejaron todo visto para sentencia quedando el paso del tiempo como un goteo de jugadas sin apenas tensión. En esas suele lucir la técnica de los mejores y la de Leo, que es inaudita, chorreó por borbotones. Dos asistencias mágicas a Neymar –que jugó, y juega, de forma mucho más venenosa cuando se acerca al carril central-, y una acción personal elevaron la goleada hasta que Pedro le puso el cierre en el set.

Fue de las mejores noticias del partido. Aunque quizá la mejor fue que los de Luis Enrique ganaron un partido sin apenas desgaste, y con solo 4 titulares sobre el césped durante gran parte de los minutos finales. El ahorro de esfuerzos es clave porque lo que se viene es demasiado gordo. Será muy duro, pero los culés están en disposición de competirlo todo. Algo que hace 19 días parecía imposible.