Mientras hubo partido, recordó a uno de esos Atleti-Barça de los 90. Uno de esos donde un gol no cerraba nada y donde el césped era una pradera por la que los atacantes de ambos equipos podían correr. Regates, conducciones, pase, chute y gol. Y volver a empezar. Esto habla mal del Barça de Luis Enrique, pero sobre todo, habla rematadamente mal del Atlético de Simeone. Nunca antes, los colchoneros habían jugado un partido así. Y posiblemente nunca lo harán después.

El Barça lo sabía. De verdad que lo sabía, pero dio igual. Era conocido el arranque fulgurante que iba a protagonizar el Atleti desde el minuto inicial, y ante esas los culés entendían que debían templar: el saque con el que se iniciaba el partido acabó en pies de ter Stegen, quien retuvo el balón casi 10 segundos antes de buscar a Neymar en largo. La jugada, toda una declaración de intenciones, servía para decirle a su rival que enfrente no estaba Pinto y que el truco no iba a salir. Pero Mascherano decidió saltarse pasos con un envío en largo para comerse posteriormente el recorte de Torres y ser testigo de excepción del 1-0. Menos de un minuto, eliminatoria igualada, y el argentino perdido para el resto del encuentro.

El Atleti no lo entendió. De verdad que no lo entendió: su plan tenía que tener fecha de caducidad, y no la tuvo. 8 minutos por eso del número simbólico o 10 por decir una cifra redonda, pero no más. Salir a buscar al Barça para neutralizar la renta perdida y si no se conseguía no pasaba nada: quedarían 80 minutos por delante y el partido seguiría en el canto de un duro. Pero el gol hinchó los pulmones de la grada y los corazones de los jugadores y ya no bajarían de la ola. ¿Cómo hacerlo –pensarán algunos- si el gol siempre lo tenían cerca? Pues porque así los de Lucho lo tenían aún más cerca.

Así era. La pelota tras surcar el aire y visitar un par de cabezas adornadas con plumas de indios, siempre acababa en el balcón del área culé previo contacto con el pecho, muslo o empeine de el Niño. La defensa blaugrana era continuamente obligada, segundo tras segundo, a estar atenta porque a la mínima sacudida alguien llegaría presto para marcar el segundo. Mascherano, desacertadísimo toda la noche, y Piqué bastante menos majestuoso que otras veces, no terminaban de desahogar –aunque sí cortar-, las llegadas rojiblancas que caían en cascada al no tener que pasar ningún filtro en el centro del campo.

Pero la contrapartida era que los del Cholo abrían sus propias puertas sin parar. Volcados hacia delante y sin ningún tipo de vigilancia a sus espaldas, el Barça siempre estaba a un primer pase bien dado de realizar una contra mortal. Literalmente, era así. No eran necesarios demasiados alardes, ni una elaboración global para poder construir algo sólido: simplemente un primer pase bien filtrado que activarse a los de arriba y la jugada, empezase donde empezase el balón, iba a ser manifiesta de gol. Y por eso antes de los 10 minutos el partido estaba igualado y la eliminatoria sentenciada, en una acción donde Messi, Suárez y Neymar demostraron que son la delantera del momento.

El encuentro no cambió un ápice tras el tanto porque los colchoneros debían seguir suicidas y a los culés la cosa les valía -y tampoco tenían mucha forma de revertirla-. Los primeros siguieron intentando el gol por acumulación cerca de Ter Stegen y los segundos buscando rápidamente al trío maravilla saltándose cualquier elaboración en un centro del campo que hoy brilló por su ausencia. Así pudo llegar el 1-2 y así llegó el 2-3 que mataba la eliminatoria.

En ambos estuvo presente Ney. Un jugador del que apetece decir que aparece en los días grandes pero que no lo diremos porque mentiríamos: Neymar aparece siempre. Contra el Atleti o en el Bernabéu; contra el Granada o en el Martínez Valero. Siempre, siempre, siempre produce y es justo decirlo un día como hoy, donde brilló con luz propia y cerró la eliminatoria. En Europa, ya hay muy pocos como él.

El Barça sigue adelante en la Copa, con menos desgaste del previsto y con menos sufrimiento del esperado. Y lo hace tras derrotar a un rival al que no ganó en toda la temporada pasada y que hace algo más de dos semanas venía al Camp Nou con intención de dejar la Liga en cosa de dos. Justo desde ese día, los culés se han subido a la nube e incluso, en días tan espesos como hoy, ganan en uno de los campos más complicados de Europa. ¡Qué dure!