BARÇA LASSA: SIN ESPERANZA

Ir al Palau Blaugrana a ver baloncesto se ha convertido para el incondicional un acto de fe. Porque confiar en este equipo, con estos dirigentes, para las cotas a las que se ha exigido históricamente a la sección en los últimos 20 años es, simplemente, un acto de fe.

Muchas veces he oído hablando de deporte en general que lo peor que le puede pasar a un club es encontrarse sin nada por lo que luchar. Si estás arriba es obvio que es positivo, compites para ganar o estar cerca de hacerlo; si luchas por el descenso tiene su punto positivo, estás compitiendo para evitar un descenso, hay una meta por la que luchar y es algo que puede unir a un equipo con su masa social; pero, al contrario, si un grupo deportivo se encuentra en tierra de nadie, lejos de cualquier foco competitivo, pierde todo aquello que le hace mejorar y competir de verdad, lo que aleja al jugador de su cénit y al público del pabellón. En una situación parecida se encuentra a día de hoy el Barça de baloncesto, lejos de los mejores y de los peores.

Es mediados de octubre y las competiciones no han hecho más que empezar, sería muy arriesgado sentenciar ya a un equipo a estas tempranas fechas pero sí podemos afirmar que el proyecto no promete demasiado espectáculo para el espectador neutral ni un equipo que aspire a competir por las cotas altas de las competiciones. Y esta vez no se podrá echar la culpa al técnico, Josep Maria.

Un Palau semivacío

Uno de los aspectos que más debería preocupar a una dirigencia responsable, más allá de estructurar una sección con el objetivo ambicioso de querer ganar todas las competiciones que dispute (se viene de perder la Lliga Catalana vs Andorra y de caer en semifinales de la Supercopa vs Baskonia), es la de atraer a su público a sus partidos, aspecto que la sección lleva lustros sin trabajar de forma idónea para que el Palau presente un aspecto a la altura de su entidad en la mayoría de partidos.

Con un pabellón viejo, que en teoría debe estar en sus últimos años de vida antes de ser remodelado completamente para albergar actividades complementarias del club en el nuevo Espai Barça, el equipo dispone de un recinto que en las grandes noches puede ser un infierno para el rival por la cercanía de las gradas a la pista y el efecto sonoro que genera; pero esto, a los responsables directivos, no les ha importado demasiado estos años.

Ante esto, lo que queda realmente es la sensación de abandono del baloncesto por parte de una directiva mediocre y maliciosa que ni se exige ganar, ni se respeta a sí misma (el despido de Navarro ha sido lo más ruin que ha perpetrado esta gente) ni le preocupa un ápice dejar equipos a medias, con carencias graves que determinan temporadas, ni que el eterno rival esté viviendo los mejores años de su historia moderna ante la mirada del sufrido culé que sigue yendo al Palau a pesar de todos los peros.

Así, sin esperanza se encara la temporada 2018-2019, y esta vez no se podrá decir que el entrenador es el culpable.