Ronald Koeman lo ha tenido demasiado fácil

El verano de 2020, entre las cenizas causadas por el incendio de Lisboa, la petición expresa, pública y sin tapujos de marcharse por parte de Messi y la moción de censura que acabó con el mandato de Bartomeu meses antes de lo previsto regaló a Koeman un contexto especialmente idílico. Era todo tan ruinoso, el contexto tan desastroso y tan poca base sobre la que competir que a la vez la exigencia desapareció. Era imposible competir con los que perdieron irremediablemente contra el Bayern 2-8, como era realmente complicado mejorar al equipo sin apenas refuerzos de nivel y con la defensa de las remontadas de Roma o Anfield o las goleadas de Turín y París. Sencillamente, era todo tan contrario que al bueno de Ronald le regalaron un año sin críticas ni exigencia. Sin público en los estadios por la pandemia, sin dinero en la caja, sin presidente y un entorno que estaba más pensando en devolver a la institución por los cauces normales mediante elecciones que en el devenir del equipo el técnico neerlandés pudo equivocarse, caerse, tropezar continuamente para terminar corrigiendo y evolucionando sobre sí mismo sin mayor exigencia que dejar de hacer el ridículo.

Los resultados y la dinámica de juego del equipo es evidente que fueron mejorando, que la base sobre la que podía trabajar era precaria y que cuando nadie lo esperaba el Fútbol Club Barcelona parece que aspira a ganar la liga y está a un partido de llevarse la Copa del Rey. ¿Es esto un éxito? No, si se tiene en cuenta que estamos en una entidad que tiene un presupuesto de mil millones de euros cualquier cosa que no sea ganar es un fracaso; En cambio, una derrota nunca será un éxito o ser considerado de forma condescendiente como si la plantilla estuviera plagada de tuercebotas cualquieras en vez de internacionales bien considerados a nivel nacional e internacional, valga la redundancia.

Ronald Koeman tuvo la suerte de llegar tras el nefasto paso de Quique Setién por el Camp Nou y el errático último tramo de Ernesto Valverde en la Ciudad Condal. El cántabro fue devorado por un vestuario que no le respetó ni se hizo respetar por nadie y el extremeño no supo mantener la llama competitiva en un equipo que estuvo a 45’ de enajenación mental transitoria de aspirar a un triplete histórico. El fútbol, que da muchas vueltas, dejó al Barça con una sólida ventaja de 3-1 vs Liverpool a falta de 45’. Ese era el escenario solo un año y tres meses antes de la llegada del héroe de Wembley en el que se encontraban los azulgrana. Liga ganada, final de Copa ante un rival a priori inferior y casi clasificado a una final de Champions ante un rival al que había goleado en la fase de grupos. La diferencia es que construir tras la derrota, tras la debacle y estar rodeado de cenizas le permitió perder, tropezar y competir por debajo de lo exigible, con lo que sin exigencias pudo empezar a decidir por sí mismo sin tener en cuenta presiones externas ni demandas.

Todo ello le dejó deconstruir el colectivo, cambiar de sistemas y jugarse el pan con algunos chicos del filial que en otras circunstancias difícilmente habrían podido siquiera llegar a debutar con el primer equipo hasta llegar al mes de abril con opciones en liga y Copa. Dado el contexto de cenizas y de inestabilidad institucional y económica de la entidad parece que es un éxito y una hazaña de Koeman, pero la realidad competitiva es que está 4 puntos por debajo del líder a falta de diez jornadas, perdió con los dos máximos rivales en la lucha por el título, fue segundo en una fase grupos realmente mediocre de la Champions, perdió de forma ridícula contra el Athletic en la Supercopa y fue eliminado en un global de 5-2 vs PSG sin Neymar enfrente. Resultados absolutamente insuficientes y por debajo de lo que registró en su día Valverde (que dicho sea de paso, nunca fue santo de mi devoción) o cualquiera de sus antecesores al cargo pero que son dados por buenos por este contexto ya citado anteriormente. Si Ronald Koeman siguiera la temporada que viene, ¿se daría por buena una campaña con los mismos resultados que la actual? Ya se lo digo yo ahora, no. No se hará porque un Barcelona nunca, nos pongamos como nos pongamos, tolera la derrota ni no competir contra los mejores. Esto, aunque no lo parezca a veces, es el Fútbol Club Barcelona, y este nombre va acorde a presión, altas exigencias, un determinado estilo de juego y a una apuesta decidida por los jugadores de la cantera. Ronald realmente ha trabajado en un solo punto de estos y por ahora le está sirviendo, pero deberá mejorar ostensiblemente de cara a futuras campañas si quiere seguir en esta casa.