Para poder entender un partido de fútbol pasa como con las buenas películas: no lo puedes pillar empezado, porque toda consecuencia viene de una causa. Eso es lo que pasó hoy en el Coliseum. Es difícil poder saber cuánto tenía de planificado lo que hemos visto en la reacción del Barça y cuánto estaba condicionado por la situación límite del marcador. Es posible que la respuesta este entre ambas situaciones: que el plan era ese pero que se radicalizó por el 2-0, pero sea como fuere, lo que si estaba claro es que era un choque para ganar desde la intensidad y la activación.

El último partido del año siempre es jorobado, pero si este se da ante un rival tan incómodo como el Getafe en casa, con ausencias destacadas y con la situación de la tabla clasificatoria, pues más si cabe. Quizá por esto –o quizá no- Martino sacó la alineación que sacó: Mascherano de central, Sergi Roberto de interior, más Cesc de falso 9 y Pedro en la izquierda. Más allá de entrar en comparaciones de nivel, es indudable que las titularidades de estos jugadores sobre las de Bartra, Song y las forzadas de Messi y Neymar implicaban un mayor ritmo, verticalidad y empuje hacia delante. Un giro de tuerca que debía ayudar a, cuanto menos, igualar el estado de vigilancia y tensión con su rival.

Esto no fue así al inicio del choque. El Barça salió impreciso, con muchas pérdidas de balón en campo propio, y sin un foco claro en salida (Busquets, Iniesta y Sergi Roberto se alternaban para iniciar el juego sin demasiado resultado). Como pasa en estos casos, cuando los centrocampistas culés no funcionan, el equipo rival atosiga al Barcelona, obligándole a jugar de espaldas y fuera de zona. El resultado fue que todos los duelos y balones divididos acababan siempre igual: en pies getafenses y con los catalanes descolocados. Fue una fase de unos 20 minutos, un partido de 20 minutos, que culminó cuando los de Madrid alcanzaron su máxima renta. Por megafonía sonó Valkiria y esta decisión no pudo ser más acertada: empezaba un nuevo partido basado en la heroicidad.

Como no quedaba otra, el equipo de el Tata, tuvo que arriesgar de forma agresiva. El equipo se proyecto muchísimo, con los laterales casi como interiores, con Busquets muy cerca de la zona de mediapuntas para la intercepción y con los jugadores sin retorno defensivo. La jugada daba siempre la sensación de ser límite para cualquiera de los dos bandos, siendo el robo en cualquier parte del campo una acción casi decisiva de gol. En esas los azulones rondaron la sentencia pero un buen –y multiplicado- Piqué evitaba males mayores. Fueron los últimos instantes donde el Getafe pudo competir de cara a cara. El, en ese momento, ya no líder de la Liga, fue aumentando en emotividad e intensidad consiguiendo inclinar la balanza para su lado. En esas, con bastante facilidad, los culés recibían entre líneas, mirando a los ojos de los centrales en vez de al de los mediocentros, pero una vez ahí faltaba finura en el último toque. La sensación era que afinando eso el partido aún estaba vivo, pero Sergi Roberto, Iniesta y Cesc no terminaban de encontrar el toque bueno.

Hasta que Andrés la agarró. Es cierto que su lenguaje gestual era como echar agua al vino del momento épico del equipo, pero compensaba de largo en lo que de verdad importa: el fútbol. El costado izquierdo culé empezó a generar, a afinarse y la cosa ya parecía real. El equipo definitivamente olió sangre y la verticalidad hacia portería era un hecho. El Barça de Pedro se soltó definitivamente con este atacando la zona de un Cesc que le servía de lanzador y en un santiamén se arregló el desaguisado.

La segunda parte sin embargo no podía seguir por ahí, porque permitía un escenario más abierto para los dos equipos. Fue el Barça de Iniesta, quien alzado como mando en jefe espació posesiones rivales y juntaba contrincantes. Para afianzar el asunto el de Arenys tuvo un comportamiento mucho más de centrocampista y de toque, conformándose un escenario en el que Xavi hubiera sumado, seguro.

No hizo falta lamentar esta ausencia ya que no hubo más tutía. El resultado final es importante, aún más que por los tres puntos, para redimir a los jugadores y para afianzar la idea de juego. En la primera mitad la defensa titular del Barça sufrió muchísimo, muy expuesta, lo que hacía prever cambios que apuntalasen la zona en la segunda mitad. Pero esto no fue necesario, ya que como siempre, el equipo defendió mejor cuando tuvo el balón y atacó mejor. No hay más fórmula que esa y así debe ser. La mejor noticia de los últimos partidos antes del parón navideño es que parece que el Tata ha dejado de dudar.