El tiempo impera. Comanda la vida diaria. Desde el acontecimiento, a la coyuntura y hasta la estructura. Buscamos perseguir para encontrar el tiempo mejor. El más cómodo. El que mejor haga la existencia. Recordamos tiempos pasados y profundizamos en las experiencias para volver a ese tiempo mejor.

Fútbol Club Barcelona y Getafe Club de Fútbol se parecen, como encontraréis si buceáis en pasados textos de un servidor en este mismo sitio. Y en la presente temporada han pretendido reencontrarse con el mejor momento, la gloria excelsa y la permanencia sin perder años de vida, respectivamente. Aunque logren sus objetivos, hay quien hace valer su supuesta autoridad para imponer que no trascenderán. Escribía Jorge Manrique hace más de medio milenio que «cualquier tiempo pasado fue mejor» y eso que sus Coplas por la muerte de su padre conforman la primera vez que un autor firmaba una obra en nuestra lengua. Por lo tanto, el tiempo gobierna desde el Prerrenacimiento. Como poco.

También conocemos la frase que reza que «las comparaciones son odiosas«. Barcelona y Getafe se miran al espejo del tiempo y éste ya les devuelve una imagen de esplendor. El Barcelona ha vuelto a tocarla otra vez, Sam. Ha unido a su foco un delantero depredador como Luis Suárez, cuya fuerza de la gravedad ha arrastrado a ese foco, al mayor astro, a otro lugar de la galaxia: del área al centro del campo, Messi, como una estrella, sigue brillando con luz propia. Xavi sigue iluminando con destellos, Iniesta no ha irradiado como nos tiene malacostumbrados pero Rakitić ha emergido, y entre los tres trabajan por seguir creando esencias.

El sorteo de semifinales de la UEFA Champions League les ha llevado a enfrentarse a su pura historia. Volverá Pep, con el Bayern. Su monstruo frente a su gran creación. Su monstruo contra su propio monstruo, Leo. Pero antes de seguir buceando en la cronología llega el Getafe de Pablo Franco, que con otro inquilino en el banquillo y el área técnica arrancó un empate que hizo temblar el Camp Nou en estas mismas fechas hace un año, y también en plena lucha por el campeonato doméstico.

El Getafe sobrevive a los caprichos del tiempo. Con catorce jugadores de campo y tres porteros, sorteando hasta cinco lesiones de larga duración, malabarismos a la hora de hacer un once inicial debido a los apercibimientos de sanción y ventas imprescindibles de jugadores importantes para el devenir económico de la entidad. Estas transacciones han provocado que dos entrenadores salieran de la dirección técnica, y ninguno de ellos por destitución: Cosmin Contra por una jugosa oferta china con la que prácticamente vio obligado a hacer las maletas, y Quique Sánchez Flores, cuya segunda etapa no llegó a los dos meses según alegó por «dignificar su profesión» a causa de la venta del eje de su maquinaria, Sammir, al mismo imperio oriental que Contra. Se quedó Pablo Franco, míster del filial, que encontró un vestuario unido ante el destino, sin refugiarse en victimismos, dispuestos a conquistar un éxito que solo hará ruido de puertas para dentro, pero que es también irrevocablemente propio.

Quizá se tarde poco tiempo en leer esta previa. Quizá se pasen muy rápido para ambos los noventa minutos sobre el césped del Camp Nou. Quizá no sea un partido para la historia, pero todo lo que hacemos tiene su eco en la eternidad. El acontecimiento es el viento débil que, repetido una y otra vez, termine por erosionar la roca y modificar el paisaje y la coyuntura. Quizá lo mejor de toda esta breve historia sea que Fútbol Club Barcelona y Getafe Club de Fútbol son conscientes del paso del tiempo y, aunque oigan a diario voces que recuerdan que cualquier tiempo pasado fue mejor, solo tratan de sobrevivir de la mejor manera que pueden: siendo ellos mismos en el contexto que viven. Porque si el tiempo pasado es poderoso, el actual es decisivo. Y así será siempre.