Es preocupante esta sensación que provoca el Barcelona desde hace tiempo, la pereza. Es peligroso acostumbrarse a jugar sistemáticamente no bien. Uno cuando se sentaba en el sofá a ver al Barça lo hacía con la convicción de que iba a pasar un buen rato, pero en estos momentos lo único que te retiene ante la televisión es la esperanza de que a Messi le llegue el balón en tres cuartos de campo y pasen cosas, porque todo lo demás es previsible. Este Barça aburre.

Los números son objetivos y engrandecen el trabajo de Ernesto Valverde, que indiscutiblemente en poco tiempo parece haber construido un equipo. El extremeño llegó y sólo se encontró problemas, empezando por la marcha de Neymar, siguiendo por la lamentable reacción a la marcha del brasileño y finalizando con la lesión de su sustituto. Ha creado un conjunto que no es fluido y que depende de la inspiración constante de Messi, pero un equipo. Juega junto, ordenado, se defiende bien en campo propio y cuenta con un eje central que, de momento, funciona, pero visto así bien podríamos estar hablando de la Argentina de Sabella con un Leo sano, nada más.

La sensación de que en el momento que lleguen los duelos más exigentes el equipo no va a dar más de sí sobrevuela en cada partido. En este punto uno puede ser optimista y pensar que todavía hay margen de crecimiento o ser pesimista y temer que esto es lo que hay y que difícilmente puede haber mejora.

El funcionamiento colectivo sí parece superior al de la temporada pasada, cuando no funcionaba ni el Plan A, ni el B ni el C. Una vez el bloque ya tiene un sostén es de esperar una aportación mayor de las individualidades, principalmente tres. Dembélé tiene que ser la velocidad y el desborde de un equipo muy previsible, pero es difícil esperar mucho del francés dada su juventud y la lesión que le va a alejar del césped hasta enero. A Piqué le cuesta arrancar, se ha ido y ha vuelto varias veces estos años, pero ahora mismo es el segundo mejor central del equipo, con algunos partidos preocupantes. Y Suárez, del que ya es muy razonable sospechar que no es un estado de forma sino algo más, un declive que irremediablemente obligarán a Valverde y club a plantearse cosas.

Con ellos tres a buen nivel el Barça podrá aspirar a todo, pero ahora mismo parece un equipo un peldaño por debajo de PSG o Real Madrid, por mucho que la clasificación no diga lo mismo. Genera vértigo pensar qué sería este Barça si Messi sufriera una lesión de varias semanas. Porque Ter Stegen, Umtiti o Busquets están a gran nivel, pero ellos “sólo” evitan que el Barça pierda los partidos, Leo hace que se ganen. Y no hay más argumento que el argentino. Acelerar la circulación o recuperar la presión de hace unas semanas facilitarán las cosas, pero colectivamente es posible que no haya mucho más.

Hastía que en 2017 se siga dependiendo de la inspiración de Iniesta para dar continuidad al juego y activar a Leo, de los pocos momentos donde el Barça se reconoce a sí mismo. Que Rakitic sea titular pese a que representa casi la nada más absoluta desde hace mucho tiempo. Cansa también que ninguno de los suplentes sea capaz de tirar la puerta abajo cuando están ante su gran oportunidad, como Deulofeu, Gomes o Denis. O que un jugador limitado como Paulinho, que está lejos de representar lo deseable en un centrocampista culé, haya adquirido un papel tan importante. Mirar la plantilla y observar verdaderos cadáveres futbolísticos a los que no se les ha podido dar salida. Todas pruebas fehacientes de una mala planificación y de que la plantilla no da más de sí.

Es mérito de “Txingurri” la posición en la tabla del Barça, pues está sabiendo mover bien sus piezas y rotando inteligentemente de manera proporcional, consciente de la urgencia de crear un equipo pronto. Valverde tiene más que claro con quién puede contar, los jugadores a los que le gustaría activar y también los que no tienen ningún valor para él, lo cual no es poco. De lo que tiene quiere sacar el máximo. La marcha de Neymar fue trágica, pero ha resultado una oportunidad para hacer del equipo un bloque más sólido, sumando (a la espera de Dembélé) un hombre más al centro del campo y liberando aún más a Messi, el atajo más rápido para naturalizar un poco al Barça. El precio a pagar es ser un equipo mucho más neutralizable. Es verdad que los minutos más esperanzadores de la temporada se dieron en la 2ª parte del Metropolitano, generando en estático y atacando una defensa cerrada, asignatura suspensa con Luis Enrique, pero es imposible no pensar que al Barça le costará horrores superar este tipo de partidos.

Es sumamente triste pensar que es posible que el máximo de este equipo ya lo estemos viendo, y que de cambiar algo serán los resultados y no el juego. El pensamiento de que tarde o temprano llegará un gran bache y todo se venga abajo es constante. Y es duro decirlo, pero es que de donde no hay no se puede sacar.